Vivir sin límites

Vivir sin límites

Por Milagros Cuello Olmos

Algo de lo que se habla mucho es de los límites y de quién debe ponerlos, de la responsabilidad y de las consecuencias. Todos sabemos que poner límites es difícil, a nadie nos gusta que nos digan que hacer o que no hacer, pero algo que tenemos que aceptar es que los límites son amor, son respeto, son cuidado.

Nos lamentamos por los resultados que estamos viendo en la sociedad con una violencia creciente, en la que sólo se buscan culpables fuera, sin ver que todos, TODOS, tenemos un poco de culpa. Culpa de no escuchar con todos los sentidos lo que les pasa a nuestros niños y jóvenes, de no animarnos a decirles no, y no para hacer alarde de poder, decirles no para cuidarlos, para enseñarles que no todo se puede hacer, que lo que hacemos tiene consecuencias, para que sepan que no están solos y que los estamos cuidando.

Cuando escuchas a los jóvenes, a esos que hacen “todo mal” o que ya no hay forma de acomodarlos”, te dicen que ellos lo hacen porque nadie les dice nada, y que, si les dicen, luego no lo sostienen, que ellos van probando y si pasa, pasa, y entonces ya no vuelven a seguir la norma, cualquiera sea, porque si no hacerlo se puede, para que lo van a hacer. Y cuando escuchas a los que debían sostenerse en el límite claro, te dicen que están cansados y que no lo sostuvieron porque alguien más los desautorizo, que no los acompaño en ese no.

Entonces, tenemos muchas voces de gente que no está pudiendo hacer más por falta de acompañamiento, porque se queda sola y se atrinchera. Echándole la culpa al otro, al que no acompaño o al que no obedeció, o al otro que obedeció menos, porque seguro tenía menos límites. Y en la culpa la agresión sin límites y los odios, y los que se suman para echar leña al fuego, desde sus discursos de moral perfecta, con discursos de tiempos inventados en los que todo era mejor, todos obedecían, y los castigos te hacían buena gente. Y digo inventados, porque chicos rebeldes siempre existieron, los padres cansados que no sabían que hacer, la escuela que los expulsaba, y los traumas de esos castigos físicos, también.

Hoy nosotros, TODOS, insisto en TODOS, tenemos que hacer un poquito de mea culpa, de conciencia, tratar de ver como JUNTOS y no peleando vamos a revertir lo que nos está pasando. La violencia crece y nosotros somos muchas veces la que la alimentamos, cuando criticamos, compartimos sin pensar, agredimos sin límites, total por las redes no pasa nada, puedo decir y escribir cualquier barbaridad, y no pasa nada, no hay límites. Pero cuando las mismas redes los censuran se enojan porque no les dejan usar su libertad de expresión, que no es lo mismo que libertad de agresión. Empecemos a ser conscientes de lo que se publica, de los juicios que emito, de que del otro lado de la pantalla hay personas que leen y que lo que ponemos le puede afectar, le puede doler hasta dejarlo sin salida o aliento.

Empecemos a buscar soluciones, trabajemos en equipo contra la violencia, apoyemos a la familia que pide ayuda, y apoyemos a la escuela cuando nos llama por una mala conducta, por una actitud violenta, veamos y hagamos TODOS, una intervención cuando se dan situaciones violentas, agresivas entre pares, NO ES NORMAL que todo el tiempo se insulten, se agredan con las manos, se carguen, ESAS NO SON COSAS DE CHICOS, son actitudes violentas que se incrementan con el tiempo. No naturalicemos el acoso de parte unos a otros cuando ya les dijeron NO, eso no es estar enamorado, es ser un acosador, es estar obsesionado, y eso NO ES NORMAL. Actuemos, pidamos ayuda, y pongamos límites, NO ES NO, y eso lo tenemos que sostener entre todos. Privar a una persona de no hacer lo que quiere porque hizo algo que no debía, no lo va a matar, pero creer que hacer cualquier cosa está permitido, y que no existen las sanciones le puede ocasionar consecuencias gravísimas, que inclusive afecten su vida o la de los otros.

Hablemos de límites y consecuencias, Sartre decía, “el hombre es esclavo de su libertad”, porque esa libertad de acción y de elección lo obliga a hacerse responsable de lo que hizo, dijo o dejo de hacer. No podemos tirar la pelota afuera todo el tiempo, es hora de sincerarnos con nuestras responsabilidades, y empezar a trabajar con los otros para solucionar este clima de hostilidad, para trabajar en conjunto para ponerles límites a los comportamientos violentos y no tener miedo del enojo que el límite ocasione. Es preferible que se enoje y reflexione a no tener un después sobre el que pensar y actuar.

Es muy triste todo lo que pasa y no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando más desgracias haciendo de cuenta que el problema está afuera. Veamos nuestras conductas en casa, pensemos que vemos, como hablamos, cuando y cuanto y de quien, porque la violencia se aprende. Si nuestros seres queridos están mas violentos de lo normal tratemos de hablar, preguntemos que les está pasando, y demos lugar a escuchar sin juzgar para poder cambiar de a poco este clima que es como una hoguera en crecimiento.

Vuelvo a insistir todos tenemos un poco de culpa, todos somos parte del problema, empecemos a ser parte de la solución.