¿Y SI JUGAMOS UN RATITO?

¿Y SI JUGAMOS UN RATITO?

Por Andrea Cerdeyra

En distintos aspectos de la vida cotidiana de distintas culturas se encuentran marcas de identidad que reflejan  distintas formas de prácticas lúdicas (de juego).

Jugar es una práctica con distintas variaciones: grupales, infantiles y de adultos; también existen juegos solitarios y de a dos. Son muy diferentes: algunos requieren de habilidades físicas, otros son de ingenio, estrategia o mentales. A pesar de la diversidad de los modos, el juego socializa y permite reconocer reglas y pautas en la que los jugadores se ponen de acuerdo.  A través del juego también se expresan las tensiones y contradicciones socioculturales, se castigan las trampas, se aprende a perder y a ganar. Cada cultura ha configurado el juego como una práctica social propia. El juego bien orientado es una fuente de grandes beneficios.

 El niño a través del juego está aprendiendo y los mejores maestros deben ser los padres. Educar a los niños a través del juego debe ser considerado profundamente. Para Jean Piaget (1956), el juego forma parte de la inteligencia del niño, porque representa la asimilación funcional o reproductiva, de la realidad de acuerdo con cada etapa evolutiva del individuo.

La creatividad que se pone en funcionamiento con el juego despierta el impulso humano necesario para recrear la realidad y transformarla. Así, una varilla de madera puede convertirse en una varita mágica, en una espada o en un caballo. Ese impulso y esa fuerza creativa ¿se desaprovechan en la escuela? ¿Sólo se aplica en el nivel inicial y  algo en primaria? ¿Qué pasa con el juego en la escuela secundaria?

No hay dudas acerca de la importancia de los conocimientos y las habilidades y, sobre todo, de la facilidad con la que se adquieren en la infancia. Juego y aprendizaje pueden emparentarse. La creatividad que se enciende con el juego despierta el impulso humano necesario para recrear la realidad y transformarla.

Para Pescetti, docente, escritor y músico argentino,  «una actividad lúdica bien utilizada es una poderosa herramienta de cambio. Los juegos son herramientas de la alegría, y la alegría además de valer en sí misma es una herramienta de la libertad».

El complejo escenario educativo actual desafía la creatividad de los docentes, debido al inexorable declive de prácticas y saberes que durante años fueron tomados por ciertos y seguros. Ante la muy conocida pero no por ello menos temida incertidumbre que genera hoy el trabajo en el aula, el juego en sus diversas opciones resulta una opción de trabajo válida, tanto en sus versiones más tradicionales como en relación a aquellos juegos que se despliegan a partir de formatos digitales.

Seguramente el juego no sea una estrategia útil para trabajar todos los contenidos curriculares, y sin dudas no tiene todas las respuestas para resolver los -a veces, agobiantes- problemas que existen a la hora de enseñar y aprender. Pero los nuevos escenarios exigen precisamente la búsqueda y puesta en marcha, en forma articulada, de diferentes y nuevos modos de trabajo.