MES SANMARTINIANO – AGOSTO 2021

MES SANMARTINIANO – AGOSTO 2021

Por Julio César Pometti

Hoy nos escribe el Profesor Pometti, investigador histórico, descendiente del General Ángel Pacheco, Soldado de San Martin. Julio inauguró hace unos días en nuestra ciudad el Museo de la Recreación Histórica, sito en Santiago del Estero1135 y muy gentilmente nos cuenta algo de nuestro San Martín. 

Antes de terminar el mes que evoca al prócer más importante de nuestra patria, me gustaría hacer un aporte, en una de las tareas más importantes que realizó. La creación del cuerpo de Granaderos a Caballo y una anécdota famosa.

Bien es sabido que cuando el Teniente Coronel Don José de San Martín llegó al país, le fue encomendada la gran misión de conformar un nuevo regimiento de Granaderos. ¿Pero qué fue la creación de ese nuevo regimiento de valientes soldados? ¿Por qué muchos de sus oficiales fueron luego los mejores militares de la historia de nuestro Ejército?

Esta formación militar, ¿que tuvo de particular? En esta nota relato una investigación de la génesis de formación de uno de los Regimientos militares que más hazañas en la historia militar de la humanidad consiguió. El detalle real y minucioso deja en relieve la dedicación y espíritu que el General San Martin logró imprimir en el alma misma de cada uno de sus soldados. Sin importar sus rangos por el resto de sus vidas.

 El primer escuadrón de Granaderos a caballo fue la escuela rudimental en que se educó una generación de héroes. En este molde se vació un nuevo tipo de soldado animado de un nuevo espíritu, como dice Crowell en la revolución de Inglaterra, empezando por un regimiento para crear el tipo de un ejército y el nervio de una situación. Bajo una disciplina austera que no anonadaba la energía individual, y más bien la retemplaba, formó San Martín soldado por soldado, oficial por oficial, apasionándolos por el deber, y les inoculó ese fanatismo frio del coraje que se considera invencible, y es el secreto de vencer. Los medios sencillos y originales de que se valió para alcanzar este resultado muestran que sabía gobernar con igual pulso y maestría espadas y voluntades. Su primer objetivo se dirigió a la formación de oficiales, que debían ser los monitores de la escuela bajo la dirección del maestro. Al núcleo de sus compañeros de viaje (que habían llegado desde Europa o diferentes puntos de las colonias españolas) fue agregando hombres probados en las guerras de la revolución, prefiriendo a los que se habían elevado por su valor desde la clase de tropa; pero cuidó que no pasaran de tenientes. Al lado de ellos creó un plantel de cadetes, que tomó del seno de las familias más respetables de Buenos Aires arrancándolos casi niños de brazos de sus madres. Era la amalgama del cobre y del estaño que daba por resultado el bronce de los héroes.

 Con estos elementos organizó una academia de instrucción práctica que él personalmente dirigía iniciando a sus oficiales y cadetes en los secretos de la táctica, a la vez que les enseñaba el manejo de las armas en que era diestrísimo, obligándolos a estudiar y a tener la cabeza siempre erguida ante sus severas lecciones, “una línea más arriba del horizonte” decía, mientras llegaba el momento de presentarla impávida a las balas enemigas. Evitando los inconvenientes del espionaje que degrada y los clubs militares que acaban por relajar la disciplina, planteó algo más eficaz y más sencillo. Instituyó una especie de tribunal de vigilancia compuesto de los mismos oficiales, en que ellos mismos debían ser los celadores, los fiscales y los jueces, pronunciar las sentencias y hacerlas efectivas por la espada, autorizando por excepción el duelo para hacerse justicia en los casos de honor.

 En cuanto a los soldados, los elegía vigorosos, excluyendo a todo hombre de baja talla. Los sujetaba con energía paternal a una disciplina minuciosa, que los convertía en máquinas de obediencia. Los armaba con el sable largo de los coraceros franceses de Napoleón, cuyo filo había probado en sí, y que él mismo les enseñaba a manejar. Por último, daba a cada soldado un nombre de guerra, por el cual únicamente debían responder, y así les daba el ser, les inoculaba su espíritu y los bautizaba.

Una anécdota famosa:

En el año 1814, San Martin estando de licencia por enfermedad y después de haber dejado el ejército en manos del General Cruz, se retira a su casa de Tucumán y los diferentes Jefes de cuerpos se acercaban a la casa del General en Jefe para la unificación de “voces de mando” entre ellos el General Belgrano. Cuenta el Oficial Gregorio Aráoz de La Madrid: “Colocados todos los jefes por antigüedad, daba el Sr. San Martin la voz de mando y las repetían en el mismo tono los demás; en la segunda reunión, al repetir el General Belgrano, que era el primero, la voz que había dado el Sr. San Martin, largó la risa el Coronel Dorrego. El General San Martin que los advirtió, díjole con fuerza y sequedad: ¡Señor Coronel, hemos venido aquí a uniformar las voces de mando! Dio nuevamente la voz y, riéndose nuevamente Dorrego al repetirla el General Belgrano, el Sr. San Martin, empuñando un candelabro de sobre la mesa y dando con él un fuerte golpe sobre ella, echó un voto dirigiendo una mirada furiosa a Dorrego que no volvió más a reír.

Fuentes: “San Martin Vivo” – J L Busaniche