ENTREVISTA

ENTREVISTA

“La muerte por suicidio deja más preguntas que respuestas, porque la muerte duele, pero la forma en que ocurre es muy particular, lleva muchas incógnitas” dice Andrea, siendo que, como ya sabemos, hablar de suicidio es un tema complejo, sobre el que generalmente poco se comenta, se tiene poco conocimiento, y hay mucha necesidad de información y orientación.

Además manifiesta su predisposición a ayudar: “No tendría ningún problema en dar lo mucho o poco que puedo de información para que sirva en la prevención…”

E.A.: Cuéntenos de la pérdida de su hijo, Andrea.

A.E.: Tengo 47 años y 3 hijos: Agustín, Benjamín y Zoe Portillo. Mi hijo Benjamín se suicidó a los 17 años, (hace 4 años) y jamás me di cuenta de lo que iba a suceder, él a mí no me dio ninguna señal.

E.A.: Usted, ¿cómo lo superó?

A.E.: Aprendí a sobrellevar esta pérdida por mis dos hijos, por mi familia, porque necesito estar bien para brindarme a ellos, no puedo quedarme solo con el que perdí. Mis hijos y yo pudimos llevar adelante la pérdida de Benjamín, pero a mi marido le está costando un poco más. Primero pasa lo normal de cualquier pérdida de un familiar, se arranca con los enojos…por esos días me crucé una mamá que también perdió un hijo en las mismas circunstancias hace muchos años, y llegué a mi casa y le dije a mi esposo: “yo no quiero terminar como esa mamá”. Tengo que entender que tengo dos hijos mas y una nieta y tengo que estar bien para ellos, entonces fui buscando alternativas, con terapias, yoga, reiki, no soy muy amiga de los psicólogos, pero encontré una terapia que se llama Sama, que es la unión del yoga y el reiki, y me ayudó mucho. También los lleve a mi hija y a mi marido. A mi hija la pude ayudar con el psicólogo, y mi hijo también empezó, y para él fue más fácil porque tiene una hija que significó un apoyo importante. La más complicada era Zoe,  porque cuando ocurrió la perdida ella tenía 11 años, era muy chiquita;  su hermano era su compañero, era quien la llevaba al colegio, la traía, que me contaba todo, cuando se iba a la esquina, cuando volvía,  la cuidaba mucho. Zoe pasó por varios psicólogos, hasta que logró encontrar al que a ella le sirvió. En cuanto a mí el paddle me ayudó mucho a despejarme.

E.A.: ¿Encontró una explicación?

A.E.: Cuando te pasan estas cosas empezás a leer, buscar e investigar para saber el por qué. Cuando ocurrió esto, vino un señor y me dijo: “seguramente vos estarás enojada con Dios”. Le dije: “No, no puedo estar enojada con Dios”. Él insistió: “El diablo entonces”. Le contesté: “Ni con Dios ni con el Diablo”, porque sería buscar un culpable, yo nunca culpé a nadie de lo que pasó, para mi es algo que tenía que pasar, tenemos nuestro destino marcado, y era el día de Benjamín, porque si no hubiera sido su día, Dios hubiera cortado la rama. Para mi tenemos fecha de nacimiento y fecha de expiración, ese era su momento, él se tenía que ir, el problema es la forma, porque duele un poco más, pero la pérdida es la misma, si mi hijo hubiera muerto en un accidente, o en el hospital porque se enfermó y se rompió el aparato de oxígeno, es exactamente lo mismo. Cuando a uno le llega su momento te tenés que ir, no te va a salvar nadie, porque es tu momento, esa es mi manera de ver la vida, y me ayudó mucho para llevar esta pérdida.

E.A.: Alguna vez, ¿se sintió culpable?

A.E.: Como mamá me he sentido culpable, pero en un momento del duelo lo llamé a mi hijo mayor y le dije: “Necesito hablar con vos hijo, decime en que me equivoqué” ,me mira y me dice: “Ma, todo el mundo quiere tener una mamá como vos, no es por ahí mami, vos sos compañera, nos fuiste a buscar y nos acompañaste a todas partes”. Creo que culpables somos todos, porque quizás alguien vio algo en algún momento que yo no vi. Yo hasta el día de hoy no lo ví, y si alguien vio algo me hubiera informado, me hubiera dicho: “mira, Benjamín me dijo esto”.  Hoy para mi es tarde, pero sería bueno para otros chicos. Por ejemplo, tuve una reunión -después de lo que pasó con Benjamín- en el colegio por este tema, por una chica que vió que mi hijo estaba mirando muchos videos de nudos y de esas cosas, y le llamó la atención, entonces fue al colegio y le dijeron que desde allí no podían hacer nada… “porque es difícil tratar a la familia, porque hay familias que no aceptan el problema que tienen”

E.A.: ¿La problemática del suicido está contemplada en nuestra ciudad?

A.E.: En Capitán Sarmiento, no. Hace 20 días tuve una reunión con Fernanda Astorino, porque me llamó la atención los dos suicidios anteriores: el caso de un joven de nuestra ciudad que se tira con el auto a chocar un camión, había avisado o intentado una semana antes de su actitud, y me llamó la atención que un chico de Carmen de Areco también se tiro a un camión con su hijo de dos años. Entonces se me ocurrió que acá en Capitán Sarmiento hay muchos intentos de suicidios, que nunca se saben y quedan en la nada. Como muchos saben lo que me pasó con mi hijo, me tienen confianza y vienen a hablar conmigo. Pregunté si habían ido a la casa de la familia del chico, porque volver de la muerte no se puede, pero queda detrás una familia destrozada. Quería saber si se habían interiorizado por la familia, si había ido alguien a ayudarlos, a darles un apoyo. A mi cuando me pasó lo de Benjamín, nadie vino a preguntarme nada, vinieron de la iglesia si, porque uno tiene su creencia, pero nadie del hospital o del municipio vino a darme un apoyo asistencial. Aunque sea para preguntarme lo más elemental: ¿Cómo te sentís?  La simpleza de las cosas en esto ayuda mucho. Fernanda Astorino me dijo que tiene un equipo que está trabajando, pero le dije que yo no sabía y que nadie sabe, le falta difusión. “Estamos trabajando con la iglesia” me dijo. Le contesté “para los chicos entre 14 y 19 años les pones la iglesia por delante y no se puede, porque ellos están renegados de la institución religiosa”. Hable con otra mamá que después de Benjamín, le pasó como a los 5 meses. Le pregunté alguien vino a verte y me dijo no, solo vos, entonces le dije “que te parece si organizamos algo entre mamás que hayan perdido hijos”

Hay en la ciudad muchos intentos de suicidios, pero este tema es tabú, todavía esta problemática no es hablada públicamente. La palabra suicidio no es una mala palabra. Cuando perdí a mi hijo el miedo mas grande era que Zoe tomara la misma decisión, entonces primero debí aceptar lo que pasó, no esconder, mucha gente le cuesta decir la palabra. La muerte por suicidio deja mas preguntas que respuestas, porque la muerte duele, pero la forma en que ocurre es muy particular, lleva muchas incógnitas.

E.A.: Desde su lugar, ¿Cómo piensa que puede ayudar?

A.E.: Para mí es un problema que se tiene que tratar en la escuela, en el hospital, o en cualquier institución de la sociedad, porque si el colegio denuncia, el hospital denuncia, se llama a la familia, y quizás entre todos lo puedan solucionar y evitar el triste desenlace. Lo importante es que todos los organismos cumplan con su función. En definitiva, hay que involucrarse más. Quiero que lo que me pasó sirva para crecer, para aprender, ese es mi mayor deseo. Lo hablé con mi hija, y me dijo: mami está perfecto, si te hace bien, hacelo. No tendría ningún problema en dar lo mucho o poco que puedo de información para que sirva en la prevención, la mamá de este chico que estuve hablando, me dijo lo mismo: si vos empezás yo te ayudo, y en eso estamos.