LOS MENORES Y EL DELITO

LOS MENORES Y EL DELITO

La detención de un chico de 15 años por el asesinato del playero de Rosario reabre la discusión sobre la edad de los menores que delinquen y que no tienen una pena razonable para el hecho cometido. Si bien esta discusión es bastante vieja, el debate se abre siempre cuando aparece un caso puntual que revuelve el tejido social. ¿Cómo un adolescente de 15 años puede dar muerte a un desconocido sin darle importancia a la vida, que es lo primordial? ¿Qué pasa por la cabeza de ese menor que no duda en disparar a un trabajador que solo está haciendo su trabajo? No hay duda que el tema es muy complicado, pero es hora que los legisladores empiecen a debatir para que cuando ocurra otra vez la justicia tenga las herramientas para juzgar a ese menor y lograr un castigo para esa conducta indecorosa. Descubrir que el asesinato de Bruno Bussanich, el playero de una estación de servicio de Rosario ultimado a sangre fría, había sido faena de un chico de 15 años reabrió la misma caja de resonancia de siempre. El gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, dijo que “tiene que haber ya una modificación del Código Penal, para que se permita que los menores que cometen delitos de mayores sean juzgados como mayores”. Antes, el vocero presidencial, Manuel Adorni, había dicho la misma frase cuando comunicó la detención del joven: “Delito de adulto, pena de adulto”. El Gobierno nacional parece decidido a avanzar en ese sentido. El ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, es el encargado de elaborar la propuesta que se acercará al Congreso para bajar la edad de imputabilidad, actualmente con un piso de 16 años, que descendería a los 14, aunque algunos impulsan que se llegue a los 12 años, a partir de los cuales el delito deba ser considerado como si lo hubiera cometido un mayor. Sin embargo, esa iniciativa siempre va a tener resistencia. Los sectores progresistas no se reúsan al debate, pero lo quieren dar en un marco más complejo y abarcador que sólo cambiar un número en el Código Penal.

El debate se abre una y otra vez. Vuelve como un mantra irresuelto cuando la sombra de un crimen cometido por un menor de edad se hace luz fosforescente en los medios; y la sociedad, consternada por el hecho, avala que la discusión se recicle, rutilante al principio, apagada hasta extinguirse después, para regresar con furia cuando otro menor mata. Suele ser menos seguido de lo que se cree, ya que sólo el 2 por ciento de los asesinatos son cometidos por menores de 16 años, pero cada vez que pasa se convierte en una cuestión de Estado. Una cuestión de Estado que el Estado no ha podido resolver, y que tampoco resolverá con la única salida de criminalizar la niñez.

De todos modos, no podemos seguir con una ley de la dictadura, porque ni siquiera es una ley que respete los derechos del menor y se termina incorporando al sistema de ejecución penal de menores en conflicto con la ley. Es muy sano dar la discusión, pero no hay que confundir a la gente con títulos rimbombantes, el problema de la seguridad y de la criminalidad en el país no son los menores de 16 años. Que tenemos que dar esa discusión, tenemos que darla, pero nunca puede estar atada, por ejemplo, al calendario electoral, porque sabemos que es una experiencia en el mundo, sale mal. Es una discusión de todas las fuerzas políticas, con los especialistas, porque la situación de la niñez y la adolescencia es un ámbito muy específico, entonces hay que escuchar muy detenidamente a los especialistas en esos temas.

Los menores y el delito, el sistema no funciona, pero pensemos qué queremos hacer. Tenemos que hacer una actualización normativa, sin duda, porque además el sistema que tenemos no funciona para nadie, ni para el que cree que el conflicto de la criminalidad son los menores, ni para los menores que lo están sufriendo hoy en los organismos que gestionan la cuestión de la criminalidad de niños y adolescentes. Entonces, tenemos un sistema que no anda, efectivamente. Discutámoslo, pero con seriedad y con la necesaria sinceridad u honestidad académica y técnica que merece. Porque si no vamos a hacer un desastre, y vamos a hacer un desastre con niños y adolescentes.