Entrevista a Jose Ignacio Tambutti

Entrevista a Jose Ignacio Tambutti

Dialogamos con José Ignacio Tambutti, músico, actor, director de la Escuela Municipal de Música de San Antonio de Areco,  quien nos alerta sobre  que “….estemos atentos, a que haya cada vez más música, porque le hace bien al mundo. La música nos conecta, nos iguala, nos transporta,  nos permite estar cerca del otro desde un lugar muy profundo”

E.A.: Se presenta.

J.T.: Soy José Ignacio Tambutti, nací en Capitán Sarmiento, empecé a estudiar piano a los 6 años con Lyda Bosch. y seguí hasta los 14. Estudié mi primaria en la Escuela N°1  de Capitán Sarmiento, luego seguí en la Polivalente 3 años y  terminé el secundario, en el Nacional. Mi contacto con San Antonio de Areco tiene que ver con mis raíces familiares y además comparto mi tiempo entre  Buenos Aires y Duggan.

E.A.: ¿Cómo fueron sus comienzos? ¿A qué edad?

J.T.: Me fui a los 18 a estudiar a Buenos Aires, pero a los 14 años, me escuchó Pía Sebastiani, (una de las pianistas más importantes del país) en uno de los exámenes que dí y me becó para estudiar con ella. Viajaba una vez por semana a Buenos Aires, pedía permiso en el colegio, salía antes y me iba en Chevallier, cuando no me podían llevar mis viejos. Pía me ofreció irme a estudiar afuera del país, en 4to año del colegio, pero junto con mis padres decidimos que no era el mejor momento. Obtuve el diploma de Profesor de Piano, teoría y Solfeo en el Conservatorio Beethoven y cuando terminé el secundario tuve muchas dudas sobre qué continuar estudiando y me hice las preguntas que nos hacemos todos a esa edad. Porque yo había empezado a hacer una actividad desde muy pequeño, y la verdad que estaban todas las miradas puestas, “….uy cuando seas pianista, uy cuando des conciertos….”para mí era una pregunta que no fue fácil de responder, más para nosotros que vivimos en una ciudad chica, creo que es un momento complejo para cualquier persona. Enfrentarnos a una ciudad como Buenos Aires y sobre todas las cosas pensar que en esa edad uno pueda tener la madurez para elegir una carrera universitaria. Así que tuve mi tránsito, probé la carrera de Imagen y Sonido en la UBA, y creo que fue la única vez que durante 4 meses no toqué el piano. Porque no llevé el instrumento a Buenos Aires, pero fue una buena desconexión para ver que me pasaba con el piano. No duró mucho tiempo. Al año siguiente retomé el piano ya profesionalmente, continué mi perfeccionamiento con la pianista  y pedagoga Susana Bonora, pero como tenía también otras inquietudes hice la Licenciatura en Relaciones Públicas en la Universidad Argentina de la Empresa. Fueron 4 años, me aportó cierto conocimiento de cultura general, algo de sociología, psicología, planificación de proyectos, comunicación, todas materias que fueron de gran importancia para el desarrollo profesional del quehacer artístico. También me formé como músico en la Universidad Nacional del Arte, y tomé clases magistrales con diferentes maestros.

E.A.: ¿Cómo comenzó su carrera artística?

J.T.: A los 20 años  estaba dando conciertos en Buenos Aires. Toqué en el Salón Dorado del Teatro Colón, en un Ciclo de Jóvenes Talentos, como resultado de un curso de perfeccionamiento en Mar del Plata con un director catalán, Jordi Mora, donde incorporé conocimientos de lo que se llama la Fenomenología Musical. También la música me permitió viajar  y conocer diferentes culturas. Recuerdo en el 2006 que quedé seleccionado para participar en un Festival en Finlandia, interpreté obras de Sibelius, Chopin y Piazzolla. Pasé allí un mes, fue una experiencia maravillosa. Después toqué en la Facultad de Derecho como solista con la Orquesta Sinfónica Juvenil de Radio Nacional en varias oportunidades;  en San Antonio de Areco también toqué con esa orquesta, y presenté el proyecto para hacerlo en Sarmiento, pero lamentablemente en aquel momento me respondieron desde cultura de la municipalidad, que no era posible. Fue hace más de diez años. Luego diversifiqué mi camino, son muchas horas solo con el instrumento, en el momento de mayor entrenamiento, llegaba a estudiar ocho horas diarias y me daba cuenta que también me interesaban otras actividades vinculadas al arte, como la actuación y empecé a estudiar teatro en la escuela de Ricardo Bartis. Desde chico siempre me gustó hacer muchas cosas: estudiar música, inglés, danzas folclóricas, algo de esa diversidad se mantiene hasta el día de hoy, así que creo que busqué mi modo de ser pianista pudiendo cumplir con las inquietudes que fueron apareciendo, y que finalmente todas tenían en común la búsqueda de saber quién era a través del arte, camino para toda la vida.  Como mis padres me ayudaron mucho, siempre tuve la suerte de tener el apoyo y  compañía de ellos, lo cual me permitió no necesariamente  trabajar desde pequeño y formarme en lo que a mí me interesaba. Luego vino la etapa de los musicales que se dio casi de manera fortuita, ya que me presenté en un concurso para El fantasma de la Opera, que venía con producción original a Buenos Aires, quedé seleccionado para ese musical y a partir de ahí vinieron una época donde trabajé como pianista de ensayo y de orquesta en 5 o 6 musicales con producción original (Bella y Bestia, La Novicia Rebelde, Mamma Mia!, Los locos Adams, Chicago, etc. Dirigidas en su mayoría por Gerardo Gardelín. El pianista de ensayo está presente en todas las situaciones que se plantean a nivel actoral y a nivel baile, es un gran testigo y partícipe de la creación de un musical. Tiene una gran responsabilidad, ya que reemplaza a toda una orquesta durante la etapa de ensayo.  A partir de allí me interesó el cruce disciplinario entre la música y la actuación, y transité diferentes situaciones artísticas de teatro y música, como actor y pianista generalmente. Lo último que hice fue el año pasado, vinculado al cruce de actuación y la música, fue una obra en el Teatro San Martin, se llamaba Blum, con texto de Discépolo, hice dos personajes, uno era un  abogado y otro un pianista. El año pasado también participé como pianista acompañando a Nacha Guevara en La Trastienda,  en un espectáculo muy íntimo, “Las canciones que nunca volví a cantar”, donde estábamos ambos dos en el escenario haciendo un recorrido de sus canciones de las diferentes épocas. Hace un tiempo ya, también trabajé en cine, un documental sobre la vida de Manuel de Falla, ópera prima de Castiñeira de Dios.  Este año tengo muchas ganas de volver a tocar solo, porque tocar solo es una experiencia muy particular, indescriptible, y a nivel entrenamiento es un gran desafío.

E.A.: ¿Piensa que en nuestro país están reconocidos los músicos en general y los pianistas en particular?

J.T.: Haría una repregunta, ¿qué es el reconocimiento? Los lugares profesionales a veces se ocupan de una manera no tan justa. No siempre llegan los más capacitados en cada profesión, pero eso pasa en todos los ámbitos. El arte, lo que tiene de interesante es que a nivel comunicacional, el que escucha o mira le sucede algo o no le sucede. Entonces, cuando a uno lo aplauden o logra causar alguna emoción, el reconocimiento más profundo sucede, y no solo me refiero a la emoción, ya solo entretener es un gran desafío. Si nos referimos al reconocimiento laboral, reconocimiento que hace que uno se pueda desarrollar profesionalmente, creo que hace falta que haya más oportunidades que las que tenemos, por supuesto. Tanto artistas como público interesado en la actividad no encuentra posibilidad de acceder a conciertos de música en vivo, y si soy más específico muy difícil me parece encontrar escenarios donde haya un pianista tocando en forma frecuente. En mi experiencia, la última vez que toqué en Capitán Sarmiento fue en el año 2017. La convocatoria para desarrollar actividades artísticas desde el ámbito oficial o mejor dicho estatal, generalmente deja afuera a músicos que se dedican a la interpretación de música académica. En Buenos Aires como pasa en muchos rubros hay más posibilidades. Por ese motivo es interesante lo que está sucediendo en San Antonio de Areco.

E.A.: En San Antonio de Areco se le dá más importancia a la parte cultural que aquí en Capitán Sarmiento.  ¿Eso depende de las autoridades o es porque la gente lo incentiva y lo propone?

J.T.: Me parece que en Areco hay una decisión política, hay una decisión de gestión de pensar al desarrollo de la cultura como una inversión poderosa, en término de inclusión, de integración de la sociedad, de más posibilidades para que niños y niñas puedan tener la enorme experiencia de tocar algún instrumento y desarrollar conocimientos de lenguaje musical.  Sería maravillosa que se contagie este proyecto en Capitán Sarmiento o tantas otras ideas posibles. Yo fui convocado a ser Director de la Escuela de Música Municipal de Areco, el año pasado, es un proyecto que nace a partir de una ordenanza, la 4243/17 que promulga la creación de la Escuela Municipal de Música de San Antonio de Areco “Loreto Mercado”, su sigla es EMMSA.. Hoy nuclea a la Orquesta Infanto Juvenil, que tiene un coro de niños y jóvenes, acompañados aproximadamente por 10 profesores de distintos instrumentos de la orquesta. Chelo, violín, trombón, trompeta, percusión, contrabajo, flauta y clarinete, donde los alumnos van y pueden estudiar con profesores que ganaron por concurso su lugar, entonces acceden a un cierto nivel de aprendizaje, y pueden llevarse el instrumento a su casa para poder estudiar. Un Coro de Adultos, que se presentó en Sarmiento el año pasado, invitado por la dirección de Cultura de la Municipalidad de Capitán Sarmiento. La Escuela de Areco es una propuesta del Estado. Entonces, hay una decisión política, hay una ordenanza que genera a que esta escuela exista, y hay una gestión que posibilita que su desarrolle  y crecimiento. Retomando tu pregunta, creo que la gente siempre tiene que proponer lo que  no surge de las decisiones de la gestión             pública, hay un movimiento que va más allá de los políticos que hace que existan leyes, la gente o mejor dicho los ciudadanos tenemos que estar siempre atrás de los proyectos, y si aquí en esta ciudad, Capitán Sarmiento, no sucede, estaría bueno generar ese movimiento. Sin vivir hoy en Sarmiento estoy dispuesto a proponer, acompañar, informar o disponer de mis recursos para generar un espacio de formación, seguramente debe haber alguna forma de llevarlo a cabo.

E.A.: Hay como un imaginario que no se puede vivir del arte en nuestro país.  ¿Es tan así?

J.T.: Yo opino que no es así.  Hoy en día esa pregunta se podría aplicar a todas las profesiones. Considero que hay un poder muy grande que se motoriza cuando uno va tras lo que tiene ganas de hacer en la vida, y cuando digo “uno” no me refiero a los padres, ni a los maestros, ni a los amigos. Es esa fuerza interior la produce lo necesario para vivir, que no necesariamente tiene que ser dinero. Produce experiencias vitales, y de crecimiento que si responden al deseo: ¡bingo!. Hoy las  profesiones clásicas no están en el mismo lugar que antes, y las crisis y cambios en la sociedad van moviendo también las profesiones “útiles”. El arte dignifica hoy y siempre.

E.A.: Si alguna autoridad de  Capitán Sarmiento le encargaría que presentara un proyecto de música, ¿cuál sería?

J.T.: A nivel formación, lo que está pasando en San Antonio de Areco es muy interesante. Hoy desde el ámbito político se habla muy livianamente de “cambio”, y creo que esa posibilidad se puede dar cuando las apuestas están en la formación y en la educación. En los niños y los jóvenes tiene que estar la mira. La formación de una orquesta municipal es muy interesante porque permite la interacción libre y sin restricción de ningún tipo, ni económica, ni de credos, ni de estratos sociales. Tiene esa característica que encarada desde una propuesta estatal siempre va a ser bienvenida y necesaria para un cambio real y profundo en los intereses de esos niños y niñas que serán adultos en algún momento. Irán a conciertos probablemente si estudiaron música, materializarán su tiempo en un aprendizaje valioso, antes que estar frente a una pantalla. Y además la música es en si misma,  inclusiva. Tocamos todos sobre la misma partitura, tocando en dúo, en trío, en una orquesta. Hay una unicidad que genera la actividad cuando es compartida, si nos vamos de “tempo” la cosa no sale, por ejemplo. La armonía y el ritmo son  dos claros ejemplos también. La creación de una escuela de música para niños y jóvenes me parece siempre una buena opción a la hora de proyectar una mejoría en la sociedad. Encender la mecha en los niños y jóvenes para que estudien música es tarea de los adultos.

E.A.: ¿Qué le diría a algún joven que recién se inicia?

J.T.: La música es sobre todas las cosas, poderosa. Desarrolla tu profundidad, tu personalidad, te dignifica. A pesar del desarrollo tecnológico que resulta muy positivo en muchos aspectos, estaría bueno estar más atentos en lo que nos está restando como sociedad, y hoy los jóvenes pueden ser los protagonistas de un nuevo paradigma que demande más realidad y menos virtualidad. Y la música es una de las experiencias reales más poderosas que conozco.

E.A. ¿Agradecimientos?

JT.: Si el agradecimiento es por ser un músico, nombro a mis padres, en mi corazón llevo a Lyda Bosch siempre, también a mi maestra Susana Bonora, y a todos aquellos a los que me crucé en este camino que me hicieron crecer en esta actividad. Pero voy a cometer un acto narcisista y te voy a contar que me agradezco a mi mismo haber creído en mi fuerza interior para poder concretar con muchísimas horas de dedicación, pasar mis horas tocando el piano.

E.A.: ¿Algo que agregar?

J.T.: Gracias a vos por esta entrevista.