JOSÉ DE SAN MARTIN

JOSÉ DE SAN MARTIN

Cada 17 de agosto, en consonancia con su deceso acaecido en 1850, rendimos homenaje al libertador General José de San Martín.  Falleció a los 72 años, en su casa de Boulogne sur Mer, Francia. Su lucha y su estrategia militar selló la libertad de nuestro país y de buena parte del continente americano. Además de ser uno de los más salientes protagonistas de la independencia, nos legó un ideario de libertad y un ejemplo de vida.  En este nuevo aniversario de su muerte, asomamos a parte de ese pensamiento a través de las máximas que escribió para su hija Merceditas en 1825 y son de valía profunda para todos los argentinos y que no viene mal recordarlas. Ponerlas en práctica, habla de honrar la vida propia y la de los demás, de una construcción respetuosa de toda expresión de vida, de una sociedad construida desde el respeto y los valores.

Máximas de José de San Martín

  1. Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los insectos que nos perjudican. Stern ha dicho a una mosca abriéndole la ventana para que saliese: “Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos”
  2. Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira
  3. Inspirarle una gran confianza y amistad, pero unida al respeto
  4. Estimular en Mercedes la caridad con los pobres
  5. Respeto sobre la propiedad ajena
  6. Acostumbrarla a guardar un secreto
  7. Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones
  8. Dulzura con los criados, pobres y viejos
  9. Que hable poco y lo preciso
  10. Acostumbrarla a estar formal en la mesa
  11. Amor al aseo y desprecio al lujo
  12. Inspirarle amor por la Patria y por la Libertad

Una prohibición y su última voluntad

Los historiadores cuentan que San Martín había prohibido que se le hiciera funeral o cualquier otro tipo de homenaje. Pero en su testamento sí dejó algo en claro: su última voluntad fue que sus restos descansen en Buenos Aires y que su sable fuera entregado a Rosas. Recién 30 años después de su muerte se cumplió este pedido. Según relata Pigna, ya embalsamado, el cuerpo del general fue colocado en un sarcófago y llevado, el 20 de agosto, a la iglesia de San Nicolás, de Boulogne. De allí fue trasladado hasta la catedral de Notre-Dame de Boulogne y en una de las bóvedas de la capilla fue depositado el féretro, donde debía permanecer hasta que fuese conducido a Buenos Aires. «Al recibir la comunicación de la muerte del general San Martín, el ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación, Felipe Arana, le escribió a Mariano Balcarce, en nombre de Rosas, para iniciar los trámites de repatriación. Sobrevino la batalla de Caseros, y los restos de San Martín permanecerían en Francia. El 21 de noviembre de 1861, con la presencia de los representantes de Argentina, Chile y Perú, los restos del Libertador fueron llevados a la bóveda de la familia Balcarce-San Martín en Brunoy, a unos 35 kilómetros de París», detalla el historiador en una nota de Clarín. Recién el 18 de julio de 1864, se presentó un proyecto al Congreso Nacional para que al Poder Ejecutivo, ejercido por Bartolomé Mitre, cumpliera la última voluntad de San Martín de descansar en Buenos Aires. Pasó un mes hasta que el Senado convirtió el proyecto en ley, pero el Ejecutivo no activó el traslado. Manuel Guerrico, en nombre de la familia, pidió a la Municipalidad de Buenos Aires una parcela en la Recoleta para depositar los restos del general, cerca de su mujer, Remedios de Escalada. Seis años después, describe Pigna, la burocracia local nombró una comisión que dictaminó que el gobierno nacional tenía prioridad para decidir el destino final de los restos de San Martín. Los miembros de la comisión decidieron que el Libertador debía descansar en la Catedral Metropolitana. El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Federico Aneiros, propuso levantar el mausoleo al héroe nacional en una capilla dedicada a Nuestra Señora de la Paz, que debería construirse en uno de los laterales de la Catedral. El 25 de febrero de 1878, el día en que se cumplía el centenario de su nacimiento, se puso la piedra fundamental del monumento funerario. Finalmente, el cuerpo de San Martín llegó a Buenos Aires el 28 de mayo de 1880. Es decir, 30 años después del día en el que San Martín falleció. Los restos del General fueron ubicados en el Mausoleo en la Catedral de Buenos Aires, rodeados de tres esculturas femeninas, que representan a cada uno de los países que éste liberó: Argentina, Chile y Perú. Junto a él se hallan las urnas con los restos de los generales Juan Gregorio Las Heras y Tomás Guido y los del Soldado Desconocido de la Independencia.