ENTREVISTA A WALTER RIVABELLA

ENTREVISTA A WALTER RIVABELLA

A pocos días del cierre del Taller literario de la Casa de la Cultura municipal, dialogamos con su profesor a cargo.

Por supuesto, estamos sorprendidos, porque el motivo fue “…la falta de presupuesto…” ¡¡¡¡Pero tanto presupuesto necesita un taller literario!!!!!

Walter dice: “…está claro que conmigo o no al frente, es una pena que se cierre un taller, en este caso de literatura; que es una de las ramas del arte de suma importancia para un mundo como el que vivimos, donde cada individuo pareciera ser un número…

Mi nombre es Walter Rivabella, tengo 50 años, y como algunos saben me gusta contar historias de diferentes maneras: ya sea desde la narración escrita a la oral, pasando por el teatro (estudié varios años de actuación y algunos de dirección y puesta en escena donde tuve el privilegio de concurrir a los talleres de Rubén Szuchmacher). Si bien practico la docencia en todas estas disciplinas, siempre me consideré un alumno eterno. Tanto en narración oral como en teatro me formé con grandes profesores, hasta pasé por estudios de canto y entrenamiento vocal.

Con respecto a la parte escrita tomé clases de dramaturgia con Ignacio Apolo, pero en la escritura de cuentos donde más me he desarrollado, mi búsqueda fue más como autodidacta aunque no me jacto de ello, para nada, aunque está respaldada— podríamos decir así— por años de lectura.

E.A.: ¿Cuánto tiempo estuvo a cargo del taller literario de la Casa de la Cultura del Municipio?

W.R.: Tres años.  El taller comenzó por iniciativa de Jorge Bojanich en su breve paso allá por los inicios de la gestión anterior y tras su salida continuó bajo el respaldo de Marita Zanobini.

E.A.: ¿Por qué terminó el taller? ¿Considera acertada esa medida?

W.R.: Tras un primer encuentro con la nueva coordinadora de Cultura, se acordó mi continuidad al frente del taller en el caso de que se mantuviera la cantidad de alumnos, hecho que di por descartado ya que el estímulo fundamental para que yo siga fue el entusiasmo y el consentimiento del grupo. En ese momento, la coordinadora, manifestó tener nuevas ideas para aumentar el cupo, y sobre todo estimular la concurrencia de los adolescentes, grupo en el que sí le manifesté un primer deseo de no seguir al frente ya que no había encontrado hasta allí la forma de acercar jóvenes a nuestras clases, salvo unos pocos que concurrían esporádicamente.

Casi un mes más tarde, la responsable del área de cultura se comunicó conmigo vía telefónica, anunciándome que el taller literario, debido a que otra disciplina necesitaba más carga horaria, se cerraba por falta de presupuesto.

Medidas así, no son consideradas como un acierto por integrantes del acervo cultural: siempre que se mezcla la cultura y los números la que pierde es la primera, pero acepto que sean las reglas que predominan en estos tiempos, aunque volviendo a las ecuaciones, no creo que la balanza se les incline demasiado para el lado del debe manteniendo un taller de estas características, del cual además todavía no se había aclarado el tema del pago, cuya equivalencia según el año anterior, bien podía ser, según sus métodos mitad pitagóricos-mitad muzzarella,  en el costo de una pizza (especial eso sí) por cada clase de dos horas y media, sin contar la propina para el muchacho del delivery.   

E.A.: ¿Qué nos puede contar como experiencia al frente del taller? ¿Vio talentos y aprendizajes?

W.R.: Estar al frente del taller siempre fue un desafío, ya que desde los comienzos el núcleo de alumnos que llegó hasta estos días mostró interés por las propuestas que yo les iba dando y un gran afán de superación.

Como suele decirse en estos ámbitos, cada uno encontró su voz. Este estilo propio lo fueron puliendo y con el tiempo, no fue difícil distinguir la forma con la que comenzó a expresarse cada uno. Eso, se suele conseguir muy de vez en cuando, con mucho trabajo y esfuerzo, y al lograrse el narrador empieza a realizar su obra con una noción de identidad, se vuelve testigo de su espacio y de su tiempo; cosas que por estos días, son difíciles de lograr y a la vez fundamentales. Por eso, deseo que sigan escribiendo, para que pueda seguir leyéndolos en tanto y cuanto me lo permitan; esperando que también compartan sus textos en otros ámbitos, que los publiquen…

E.A.: ¿Continuará en forma particular con esta enseñanza?

W.R.: Seguramente, veremos dentro de un tiempito. No me voy a poner en maestro ciruela y decirles aquí que el arte salva o lo que sería directamente emparentado con el caso que la salva es la literatura, porque cada vez hay más artistas y más problemas en el mundo (bueh, me contagié de los amantes de las matemáticas) pero nunca viene mal que nos expresemos libremente y lo hagamos de manera compleja y constructiva.

E.A.: ¿Sus alumnos participan de certámenes literarios?

W.R.: Si, sobre todo en el local. Han obtenido resultados más que satisfactorios si nos referimos a premios, pero lo fundamental es que un certamen literario no solo es para saber mas o menos donde se está parado, sirve también para hacer notar que ese escritor está produciendo. Igualmente, si bien he participado como escritor (aquí y en otras ciudades) y también como jurado en certámenes anteriores (en la época de Jorge Bojanich como director de Cultura) obviamente es todo muy subjetivo. Hay producciones de varios alumnos que bien se merecen algún reconocimiento mas allá de la apreciación de quienes lo han leído, ya que el nivel de sus resultados era, es bastante parejo.

En definitiva, está claro que conmigo o no al frente, es una pena que se cierre un taller, en este caso de literatura; que es una de las ramas del arte de suma importancia para un mundo como el que vivimos, donde cada individuo pareciera ser un número. Mientras se cuente con menos voces, mientras haya menos herramientas para expresarnos, estamos más indefensos ante las injusticias y la dominación de los poderosos; que podríamos decir: temen ante las únicas armas que tiene el pueblo y que por ello son realmente poderosas, aunque se siga demorando la demostración de ese poder: la capacidad de expresarse y la libertad para hacerlo. Suena tan poético como utópico, pero ya se ha dicho mil veces que la poesía es un arma cargada de futuro.