REFLEXIONES DE MEDIO TÉRMINO
Por el Dr. Marcos Gastón Laurens
Luego de cada elección, de cada oportunidad que tenemos como ciudadanos en expresarnos libremente en democracia, vale la pena reflexionar acerca de temas que nos importan y que deben tratarse, ya que es un importante ejercicio a realizar como sociedad pensante que somos.
El primero de ellos tiene que ver con la llamada grieta, que no es otra cosa que una profunda división ideológica que se percibe como quiebre real y difícil de solucionar a corto plazo entre la ciudadanía. Hablo de 2 visiones bien contrapuestas referentes a qué tipo de país queremos y soñamos. Venimos de una Argentina dónde la mentira y la falsedad de datos estadísticos nos ha impedido tener real dimensión del daño generado por las políticas populistas de los últimos años pero que, peligrosamente, nos pueden llevar hacia una ortodoxia económica y de ajuste temible para nuestro futuro. Aquí y ahora, es bienvenido el gradualismo, señores. Pero siempre basamentado en nuestra Constitución y en las Leyes. Así, requerimos como ciudadanos de a pie, que las divisiones y fracturas, comiencen a pensarse, a tratarse definitivamente y, porque no, a suturarse, para curar de una buena vez por todas.
Ante semejante y crucial tema, exigimos cambios en la forma en que votamos. Las repúblicas prósperas crecen y se fortalecen con el voto electrónico, pero también se democratizan de verdad al dejar de lado las listas sábanas, donde ni siquiera conocemos al tercer, cuarto y siguiente candidato, puestos a dedo por vaya a saber quién. También pedimos que se termine con los puestos políticos por ser “hijo de” “esposa/o de” etc,etc, donde muchos que llegan a cargos públicos se creen con el derecho impúdico de nombrar acólitos para vivir del Estado. Y ni hablar de las reelecciones y los cargos eternos. Ejemplos sobran a nivel local, provincial y nacional. Debe terminarse con la caradurez extrema de muchos.
Cada aprovechamiento de la política para generar suculentos dividendos a costa del Estado, roza peligrosamente la avivada y, porqué no, la corrupción se acerca cada vez más, tentando a más de muchos. Vale aquí recordar un razonamiento del escritor español Manuel Vicent: «Si de forma consciente votas a un político corrupto, es porque tú en su caso harías exactamente lo mismo». Su tesis es que existe una ideología mórbida según la cual nos negamos a ver el lado sórdido del candidato que elegimos: «Aunque los medios de información descubran y aireen cada día sus delitos de cohecho, malversaciones de caudales públicos y robos descarados piensas que sus tropelías no te atañen -dice Vicent. Los votas, pero tú eres un ciudadano honorable e incontaminado. La virulencia de esta infección cerebral te llevará a las urnas una vez más como un borrego e incluso celebrarás su triunfo si ganan las elecciones». Como no afirmar que la única salida a tan doloroso embrollo es la Educación, ya que, con ella, daremos ese salto de calidad tan necesario que nos agigante como país fundado en la ética, la moral y la real raigambre cultural que tanto necesitamos para respirar libertad, porque sin educarnos, caeremos en la oscuridad de los totalitarismos o del pensamiento único.
Tampoco podemos quitar el foco de atención de las diversas problemáticas que tiene la provincia de Buenos Aires. Nuestro país, amigos, tiene una situación territorial particular de concentración de la población: en el 1% de todo el territorio, comprendido por el conurbano bonaerense y la Ciudad de Buenos Aires, viven alrededor de 14 millones de habitantes. El conurbano bonaerense es “el tema” de la Argentina en los próximos años: 11 millones de habitantes concentrados en poco espacio físico, con gran concentración de pobreza, una situación económica muy dificultosa, con falta de inversión principalmente en infraestructura, agua potable, asfalto, vivienda, salud, inseguridad criminal y creciente, y todo esto, luego de más de 20 años del color político que gobernó este territorio y que ahora se presenta como el “salvador” de la población. Argentina pasó de ser el “granero del mundo” a inicios del siglo XX a estancarse inexorablemente a partir de la década del 40 del mismo siglo, con una pobreza que aumenta y no se detiene, donde ninguna de las políticas sociales fue solución, sino que fueron logísticas clientelares funcionales a los políticos de turno. Así llegamos, setenta años después, al segundo decenio del siglo XXI con un tejido social roto, desecho y al que le han robado sueños y esperanzas.
En resumidas cuentas, necesitamos un cambio, como efecto y acción de cambiar, sin ningún tipo de duda, para salir ya del estancamiento y la desidia, de la anomia y del facilismo. Pero sabiendo que cambiar no deja de ser convertir o mudar algo en otra cosa, frecuentemente su contraria; por ejemplo, cambiar la pena en gozo, el odio en amor, pero también, la risa en llanto. Está en cada uno de nosotros elegir el rumbo con seriedad, para que no regresen más quienes solo buscan su propio beneficio sin pensar en el real bien común pero también para que los que quedan trabajen por y para la población TODA.