Por Andrea Cerdeyra
El Hombre, desde que es hombre, aprende de su propia naturaleza, es su propio maestro, porque eso permite la supervivencia. Pero cuando la ambición manda y el poder se expande, las reglas del juego, cambian, y así pasó en América.
Viajemos en el tiempo…
El descubrimiento y la conquista de América por parte de España dio pie a la reina Isabel a aplicar la llamada pedagogía de la evangelización: la conversión de los indios al catolicismo y su incorporación a la civilización occidental y cristiana. La mayor influencia fue ejercida por la Compañía de Jesús, fundada en Europa por Juan Ignacio de Loyola. Los indios, sobre todo en la selva misionera y en Paraguay, vivían en reducciones y allí aprendían, (la fe cristiana), trabajaban, desarrollaban diferentes oficios y formas de subsistencia. La premisa: no al maltrato de los indios. Pero como lo bueno dura poco, los jesuitas son desalojados del territorio. ¿Qué intereses habrán primado esta vez?
Para los españoles y sus descendientes se crearon escuelas de primeras letras, colegios de estudios preparatorios y se creó la Universidad de Córdoba, que junto a las de Charcas y Santiago, brindaban estudios superiores a los Jóvenes del Río de La Plata.
Distintas etapas se sucedieron en la educación de nuestro territorio. Ya siendo Argentina un país independiente, la figura de Manuel Belgrano dio mucha importancia a la educación. Juan Bautista Alberdi, otro tanto, por nombrar solo dos destacadas figuras. Ya en 1853, con la sanción de la Constitución Nacional y durante el transcurso de las llamadas presidencias fundacionales de Mitre, Sarmiento, y Avellaneda (1852-1880) se consolida el modelo de educación liberal y se le atribuyen a Sarmiento grandes logros, entre ellos, la Creación de la Escuela Normal de Paraná, para la formación de maestras normales, que luego se replicó en el resto de las provincias.
El Día del Maestro es la fecha que le rinde homenaje a Domingo Faustino Sarmiento, conocido como «El padre del aula», conmemorando el aniversario de la fecha de su fallecimiento. Cada 11 de septiembre, se celebra el Día del Maestro en Argentina, en cercanía del día de un verdadero trabajador de la cultura.
Y como no podía ser de otra manera y conforme a la tradición religiosa, los educadores tenemos un santo patrono: Juan Bautista de la Salle, nació en Francia a mediados del S. XVII. Fue canonizado en el año 1900.Se declara la fiesta de San Juan Bautista de La Salle, el 15 de mayo de 1950, es considerado patrono de los educadores y fundador de las escuelas cristianas.
San Juan Bautista de La Salle entiende a la escuela más que una estructura, la escuela es circunstancia real y viva para actuar en los corazones y en las inteligencias. Después de tres siglos esta frase es de una vigencia total.
Unas flores, un rico paquete de caramelos, un dibujito con palabras del corazón. Son los mejores regalos que un maestro puede recibir porque vienen del sincero afecto de los niños, quienes esperan, a cambio, la sonrisa de todos los días, la caricia que reconforta y la palabra que enseña.
Nunca van a dejar de asaltar nuestra memoria, la imagen de aquellos primeros maestros que signaron nuestra vida escolar (María Lobo, Segundo y René Luna, Lidia Rabellino, Minervini, Doña Raquel…las incansables maestras rurales. Los de ayer, los de hoy, los de siempre.
Y en septiembre, donde la primavera le hace cosquillas al invierno, también celebramos la profesión y la vocación no sólo de maestros, sino también de muchos trabajadores de la educación: de la secretaria, del auxiliar, del preceptor, del profesor, del bibliotecario, del Dr. de Escuelas.
Celebremos y defendamos la educación con alegría, con conciencia y vocación, para que docentes, familia y comunidad, siembren en el futuro de las nuevas generaciones, las semillas del saber y la bondad.