PRIMAVERA: LADO B.
Por Walter Rivabella
Recibo por Facebook una publicación con una imagen llena de flores y frutos. Como un cuadro de Arcimboldo pero hecho por un idiota, con una frase que reza: “La primavera muestra lo que Dios puede hacer con un mundo gris y sucio.” El autor un tal Virgilio Kraft, del que ni google tiene el gusto. Qué poca voluntad para ser dios, poner cierto esmero durante tres meses y después a seguir con el mundo de porquería que creó en seis días.
En cambio Rilke, de puro poeta dice “La primavera ha vuelto una vez más. La tierra se parece a una niña que sabe poesías” y si bien me cae bien no dejo de pensar que la niña se hará grande (anciana quiero decir) y para recordar la primavera de su vida, le seguirá escribiendo al malvón, al jazmín y a aquel primer amor que seguro la dejó por no soportar que se empeñara por descifrar signos para transformarlos en pequeños exponentes de pésima literatura.
En fin.
Será que la primavera no me inspira, es que salgo poco; y al revés de los que encuentran alegrías yo sólo me pesco un anagrama: alergias (Galerías es otro pero acá no me combina). Por esto, acudí a los entusiastas, a los que se dejan llevar por esta tierna ilusión y, a los que su brillantez los llevó a opacar (sin proponérselo) a escritores pelagatos como puede ser éste que aquí intenta escribir algo sobre la mejor de las estaciones (aunque aseguran que la de ómnibus de Rosario no está nada mal) y no puede hacer otra cosa que ir contra la corriente.
Dice Neruda: “Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos.” Es decir que quiere hacerla florecer para luego obtener algunos frutos. Bello, si olvidamos que el bardo chileno abandonó a su única hija cuando tenía dos años. La niña tenía una discapacidad y murió a los ocho años. La primavera también florece para que olvidemos la muerte y contradictoriamente pongamos color a la tumba de nuestros muertos.
También, el pobre Pablo, luego del golpe de estado de Pinochet, fue autor de la inspiradora frase “Podrán cortar todas las flores, pero no detendrán la primavera”, y cayó enfermo, con depresión, y murió tiempito después. Qué le vamos a hacer.
Quizá una buena combinación es la de Víctor Hugo, el de Los Miserables claro, que dijo que el invierno estaba en su cabeza pero la primavera estaba en su corazón, ya que las grandes obras son paridas por la desdicha, pero siempre llevan en un rincón la pequeña esperanza de ponerle un poco de color a ese mundo gris y oscuro, como dijo el ignoto de Kraft al inicio de este texto. Un indicio de que muy pocas obras que valgan la pena (para no decir ninguna) pueden salir de la alegría, es la frase de otra chilena: Gabriela Mistral: “Doña Primavera de aliento fecundo, se ríe de todas las penas del mundo.” El tiro por la culata, quiere ensalzar dicha estación y termina por evidenciar que es una cínica de porquería.
Un proverbio que me gustaba de puro vago, reza “Siéntate en silencio sin hacer nada, la primavera llega y la hierba crece por sí sola.” Lo solía leer detrás de alguna hoja en los almanaques de talón. Hojas que caen, una por día. Una evidente metáfora que nos cuenta que la vida es otoño.
Lo dicho: la primavera no me inspira y perdonen por esta autorreferencia. Alguien que presume de escritor, debe llevar la voz de varios y no de lo que le aqueja a sí mismo. Dejarse caer en un colchón de tréboles, buscar el de cuatro hojas; escuchar violonchelos en el zumbido de un abejorro, despetalar margaritas haciendo trampa para que termine en “me quiere”, y creer que el sol de puro amoroso se acerca a nosotros para brindarnos su calor, cosa que vendría bárbaro en invierno (Ahí lo tenés a dios de nuevo con sus intentos fallidos).
Pero eso sí, cuando recuerdo aquel anónimo japonés que dice “Ciruelo de mi puerta/ si no volviese yo/ la primavera siempre volverá/ Tu florece”; me dan unas ganas de salir con siringa en mano a representar a la naturaleza salvaje y sus reverdeceres, mismo que el dios Pan, quien en la mitología griega era el semidiós de los pastores y rebaños, de la fertilidad, de los bosques y de las fuentes; y que durante la primavera, daba cuenta del bullir de la sangre persiguiendo a ninfas y muchachas. Claro que esto daba algo de miedo a lo que los rodeaban: de ahí la palabra pánico.
Pah, una lástima. Una vez que la primavera me estaba entusiasmando…