CONTRADICIENDO A KANT   

CONTRADICIENDO A KANT   

Por Luis Marino Ejarque

El conocimiento se limita a la experiencia pero no todo el conocimiento proviene de la experiencia (KANT 1724-1804).  Es la definición casi exacta de los dos mundos indivisos, el del empirismo y el del racionalismo. Representan la naturaleza y la espiritualidad.

            No deberían quedar dudas a esta altura de la historia, que debe existir un equilibrio existencial entre lo biológico, lo que traemos en los genes, y lo espiritual, incluidas las experiencias emocionales. La diferencia entre esas partes es que lo biológico crece, se desarrolla y muere, pero su estrato no se modifica. En cambio lo espiritual, lo que aprendemos, lo que experimentamos, lo que disfrutamos y sufrimos sí se modifica. La experiencia es de hoy, pero es el resultado de una historia de aprendizaje. Y esta historia puede sumarse a otras para constituir los fenómenos sociales. Es decir que lo que nos constituye biológicamente es inalterable, salvo excepciones de alguna enfermedad o accidente que nos pueda cambiar morfológica o anatómicamente. En cambio la experiencia, individual o colectiva, no solo puede sino que debe modificarse, transformarse,,, es lo que nos permite adaptarnos a las circunstancias que nos rodean.

            Vengo a esta introducción para intentar explicarme porqué, en esta sociedad argentina, hay una capacidad de cambiar estas reglas enunciadas por Kant…. La de la imposibilidad de modificar la estructura de la propia experiencia… la de mantener aletargada durante años la conciencia personal y colectiva permitiendo que fenómenos emocionales en lugar de ayudarnos a adaptarnos a los movimientos que exige la evolución impiden comprender fenómenos que en cualquier otra sociedad llevaría a cambios en base a la experiencia.

            Hay una enorme resistencia en sectores muy grandes de la población a dejar atrás costumbres políticas que se han demostrado falaces, ineficientes y destructivas. Es más, existe todavía una clase política que fogonea la repetición de procedimientos y modelos de conducción de la sociedad que tendrían que quedar en el olvido si se manejaran con una pequeña dosis de sentido común.

            La contradicción permanente, la ausencia inducida de memoria, el delito como forma de gestión, la impunidad y permisividad, el nepotismo, la barbarie, la inescrupulosidad de los funcionarios y cuanto cáncer cívico quiera encontrarse, solo siguen existiendo porque la Argentina padece ese fenómeno de “parálisis de la experiencia”. Fenómeno ideal para continuar estancados en lo más deplorable de nuestra propia historia.