LAS CRISIS COMO OPORTUNIDAD DE ENCONTRARNOS
Por Marcos Laurens
Cada día, al despertarnos y saber que tenemos un nuevo día por delante, nos encontramos en una realidad no querida, no elegida, no deseada. Vemos, sufrimos, padecemos, sentimos, algo impuesto, algo no querido ni elegido. Y sufrimos. Se nota en la cara, tapabocas mediante, o en la voz de cada persona con la que podemos interactuar. Obviamente, no de la forma en que solíamos relacionarnos con la gente, con los vecinos, amigos, familiares, etc. El cambio ha sido monumental y ha implosionado nuestra manera de vivir la cotidianidad de las jornadas. Estamos, sin duda alguna, inmersos en un momento crítico.
Todas las personas se han encontrado mal en distintos momentos de su vida. Es cierto que hay un temor generalizado a sufrir, porque el sufrimiento lleva en sí mismo un malestar intenso, muchas dudas respecto al momento actual y al futuro que hacen que uno vea se vea a sí mismo y su vida de manera pesimista. Si bien es cierto, la vida es dinámica y los cambios forman parte de una vida viva por lo que los momentos críticos son necesarios como parte de un proceso continuo de aprendizaje.
La vida es cíclica, sí, muy cierto, y en la medida que cada persona va creciendo va cerrando etapas y abriendo otras: relaciones de pareja, finalización de estudios, incorporación al mundo laboral, paternidad, fallecimientos de seres queridos, entre otras. Las crisis bien entendidas como procesos naturales que han de darse para poder crecer, generan mucho malestar en la persona, llegando a darse síntomas complejos como ansiedad, depresión, sentimientos de soledad, etc.
Sería como una especie de rompecabezas ya construido que uno debe deshacer para volver a construir, y se da cuenta que las piezas ya no encajan igual. Las piezas han cambiado de forma que la estructura en la que basó sus ideas, pensamientos, sentimientos, ya no existe.
La persona que va viviendo cambios entra en una fase nueva, pero antes de entrar, estaría en una especie de crisis donde no entiende nada, las ideas con las cuales vivía parecen ya no tener ningún sentido.
Se puede definir una crisis como una situación difícil y decisiva que pone en peligro el progreso de un asunto. Es decir, cuando esta aparece, la realidad tal y como la conocemos, tambalea. Lo que creíamos saber ya no sirve, aquello que dábamos por sentado, puede dejar de estar disponible.
Se trata, sin duda, de un cambio significativo que puede hacer entrar en pánico a aquellos amantes de la rutina y lo familiar. Hay quien, ante estos eventos, ve sobrepasadas sus capacidades para hacer frente a la situación y comienza a padecer un estrés importante. Siente realmente que las nuevas exigencias del medio están muy por encima de su capacidad de reacción, por lo que puede terminar angustiado y paralizado.
Una crisis puede suponer el fin de una era, de una etapa vital, de un vínculo emocional importante. Y dado que los seres humanos tendemos a aferrarnos a lo conocido, a lo que conforma nuestra identidad, el golpe puede ser duro. Sin embargo, únicamente necesitamos abrir la mente y adoptar una perspectiva diferente, que nos permita sacar de la crisis algo positivo. En definitiva, amigos, debemos crecer. Y crecer es costoso, ya que hay que renunciar a las ideas más simples con las que se había vivido.
Los momentos de crisis ayudan a que cada uno de nosotros nos cuestionemos en qué lugar estamos, a que necesidades debemos dar respuestas y, desarrollar un nuevo camino en el que podamos conocernos de manera más honesta y autentica. Esto nos permitirá vivir de una forma libre y desarrollar una identidad más propia, al margen de las expectativas que pudiéramos tener previamente. Se trata de que, al mismo tiempo, podamos crecer sin límites y desarrollemos estrategias para enfrentar los distintos momentos importantes que vayan aconteciendo en la vida. Vamos a madurar, sin duda alguna.
En el momento en el que uno se va encontrando consigo mismo, va ubicando distintas piezas del rompecabezas que antes no buscaba o no existían. El esquema de valores ha cambiado y se necesita dar respuesta a distintas necesidades. A lo largo de la vida, cada persona va a ir necesitando ocupar distintas posiciones en el trayecto, lo que hace posible vivirla desde otra perspectiva. Para ello, es necesario salir de una zona cómoda, donde todo es estático y nada nuevo sucede.
Debemos, en definitiva, aceptar lo que está ocurriendo o lo que ha ocurrido y no estancarnos en la frustración de que las cosas no están saliendo como planeamos; aceptar lo que es y fluír con ello. Está bueno entender que no siempre tenemos el control y eso, está bien.
Debemos permitirnos sentir todo aquello que nos genera la crisis. Mirar de frente al dolor, a la tristeza, nuestra ira y hasta rabia. La única manera de superar un sentimiento doloroso es atravesándolo, no dando un rodeo o negando la presencia de esa emoción.
Debemos controlar los pensamientos. Una cosa es permitirnos sentir y otra es alimentar y acrecentar una emoción negativa a base de creencias distorsionadas. Es vital cuidar que nuestro diálogo interior no consista en reproches hacia nosotros mismos, hacia otras personas o hacia la vida en general. Por el contrario, tenemos que generar deliberadamente pensamientos positivos, que hablen de fortalezas, de que cosas somos capaces y que el mundo es un lugar agradable, lleno de oportunidades.
Debemos extraer un aprendizaje o una enseñanza de la crisis que estamos atravesando. Estos períodos son el momento idóneo para realizar una introspección y conocernos mejor a nosotros mismos. Seguro que esta situación nos ayudará a clarificar lo que queremos, lo que deseamos lograr, así como lo que no estamos dispuestos a volver a soportar o la forma en que debemos actuar para que esto no vuelva a ocurrir.
Debemos empezar de nuevo. Cuando algo se termina, siempre es el inicio de algo mejor. No temamos volver a empezar: recordemos que ya no comenzaremos desde cero, lo haremos desde la experiencia.
Por último, debemos confiar en el proceso. Mantener la certeza de que lo que ha ocurrido, ha sido para nuestro bien; así, amigos, sentaremos las bases de nuestra reacción frente al problema que estamos padeciendo, con resiliencia, más activos que nunca y fuertes, con la energía vital y movilizadora que solo nos da nuestro sano corazón.