11:11 Por Jorge Nadal

11:11 Por Jorge Nadal

Les transcribimos a continuación el cuento presentado por el Sr. Jorge Nadal en los Juegos Bonaerenses Adultos Mayores, ganador de la instancia local y regional, llegando a competir en la ciudad de Mar del Plata. Agradecemos su predisposición para la publicación del mismo en nuestro medio, y también lo felicitamos por haber llegado a competir entre los mejores de la provincia. 

Tal vez resulte un poco extraño que al título de un relato lo conformen cuatro números, apenas separados con un signo. Podrían ser más adecuados para un ingenioso acertijo, pero tan solo representa una determinada hora. Tan solo una hora determinada entre todas los posibles durante un día.

Tal vez alguien se pregunte sobre la trascendencia de esa hora ¿? Yo diré que no sé, que no tengo la menor idea.  Contaré, como en tantas otras ocasiones que, esa hora, ya sea de mañana o de noche, con esa forma numérica se presenta frecuentemente ante mis ojos, una o las dos veces posibles en un día. A veces no sucede durante algún tiempo; pero cuando ya estoy casi olvidado del asunto ¡saz! miro algún visor y ahí está de nuevo. Sí claro, tiene que ser con un visor. No he prestado atención si ocurre igual con un reloj de agujas y cuadrante. Seguramente no llegaría a advertirlo porque el formato es muy distinto. Lo curioso es verlo así: 11:11

Tampoco es cierto que el asunto sea la obsesión de mi vida, aunque siempre me generó una gran curiosidad. Es para mí un misterio que confío poder develar algún día.

En casa tenemos un reloj despertador cuyo sistema es electro-mecánico, es decir, funciona con una pila y el visor tiene pequeñas placas metálicas con números que cambian cada minuto. No es un visor digital, sino, como dije antes, mecánico.

Pues bien, en él es donde comencé a verlo en forma frecuente. Al principio lo noté de noche, cada vez que me preparaba para ir a dormir. Fue fácil entonces hallar una explicación más o menos lógica: mis hábitos eran bastante rutinarios y mi “reloj interno” hacía que generalmente yo me acostara a esa hora. Insisto, no eran todas las noches iguales, pero cuando se me ocurría mirar el reloj, el 11:11 estaba ahí, clavado, ni un minuto antes ni después.

Con el tiempo noté que también por la mañana eran habituales dichas… ¿visualizaciones? Si por algún motivo entraba a la habitación, seguro que era a las 11:11 y no porque yo estuviera esperando que fuera esa hora para entrar. Después ya me fui familiarizando con las apariciones en cuantos visores, relojes digitales, teléfonos celulares y computadoras tuviera frente a mí.

Surgió entonces la necesidad de compartir esta curiosidad y lo comenté con Laura. A ella le apasionan las neurociencias y muchas veces, aplicando sus conocimientos, encuentra soluciones para aliviar distintas situaciones o “rollos” que nos vienen afectando. No obstante, hasta el momento no hemos tenido éxito en lograr una respuesta satisfactoria. Además, ahora a las veces que veo el número por mi cuenta debo agregarle las que lo ve ella y me pregunta: ¿adivina qué hora es?

En otro intento de hallar una explicación pensé que podría ser un número signado por el destino como “mi número de la suerte”. Probé entonces comprando toda rifa que alguien me ofreciera, sin importar la magnitud del premio (una torta, un pollo, un lechón, un viaje, un auto, una casa) con tal de que el número fuera 11:11. Nunca me interesaron los juegos de azar, pero confieso que varias veces también lo jugué la quiniela.

 Estos intentos me permitieron descubrir que mi suerte sigue intacta. No ha decrecido ni aumentado. Jamás gané un solo premio jugando a mi “número de la suerte”. No obstante, si me veo obligado a comprar algún bono por ahí, sigo eligiéndolo. Antes no tenía ninguna preferencia, pero ahora es el primero que surge en mi mente.

En mi afán por hallar una explicación lógica al dilema me contacté, mediante correo electrónico, con un reconocido profesor de matemáticas. Él se empeña en difundir la aplicación práctica y cotidiana de esa materia en programas didácticos de TV entre otros medios. De ese intento resultó un aprendizaje de ejercicios muy interesantes y curiosos que se pueden hacer con los números, entre ellos los 1 (unos) pero que en nada contribuyeron a develar la incógnita que aún me persigue.

La cuestión de los 11 me viene acompañando desde hace varios años y eso ha hecho que cada vez sean más las personas — en mí entorno — que comparten y se involucren con cierto interés, o eso creo, ya que a menudo surge el tema y terminamos conjeturando y elaborando toda una gama de disparatadas teorías imposibles de ser probadas. No obstante, el asunto es un buen disparador de recuerdos y anécdotas que a cada uno le han ocurrido.

Una amiga que estudia y practica Yoga y lee todo lo que llega a sus manos relacionado con esa disciplina, me envió un artículo muy interesante referido al “11:11”. Es muy extenso, por cierto, pero algunos párrafos que más o menos pude interpretar, me impresionaron y explican textualmente lo siguiente:

“Muchos de nosotros asociamos 11:11 a una especie de código/alarma cada vez que lo vemos en nuestros relojes digitales. También puede ser visto como una llave para abrir nuestro subconsciente, memorias y conexiones hacia aquello que somos en espíritu teniendo una experiencia física y no seres físicos teniendo una experiencia espiritual.”

“El 11:11 es generalmente el primer patrón de números que vemos y la puerta abierta a un estado de conciencia mayor. Cuando empezamos a ver 11:11 es que nuestra alma nos está diciendo que nuestra jornada espiritual está comenzando o ha comenzado …”

“Cuando el 11:11 aparece ante ti, es tu llamada a despertar. Un canal se abre directamente entre tú y lo Invisible. Cuando sucede, es hora de reflexionar por un momento en lo que estás haciendo y ver más allá. Puedes entrar a la Realidad Superior si quieres, rezar o meditar y sembrar tu futuro y puedes ser sembrado por el Invisible. Puedes pedir ayuda en algún área específica de tu vida o simplemente escuchar en silencio y recibir una revelación.”

“La aparición del 11:11 es también una poderosa confirmación que estamos en el camino correcto, alineados con nuestra más alta Verdad”

¡Conciencia mayor? ¡Llamada a despertar? ¡Realidad Superior? ¡Tomá! ¡Parece que mi tara resulta muy importante! ¡Hay gente que está estudiando sobre ella!  Confieso que después de leer la explicación terminé más confundido que antes. Pero eso sí, confirmé que por más que lo juegue en todas las rifas del mundo jamás ganaré un premio.

Otra cosa, fíjense que somos muchas las personas que tenemos esas visualizaciones en todo el mundo. Bueno, muchas; no sé qué tantas, pero somos unas cuantas, según dice el artículo. Esto, ahora que lo pienso debidamente, me quita protagonismo. Pero bueno, mejor así, porque si fuera solo yo con el 11:11, ¿a quién se le hubiera ocurrido analizar y buscar explicaciones solo para mí?

A veces me siento un “elegido” — no sé por quién ni para qué — y miro a mi alrededor pretendiendo ver “más allá” con el propósito de entrar en la “realidad superior” — muy lejos no puedo ver sin los anteojos —. Entonces reflexiono un momento sobre lo que estoy intentando hacer: me resulta casi imposible lidiar con la “realidad inferior” que me tiene a los saltos a diario que, no sé, tal vez a futuro comience a estudiar alguna disciplina espiritual para tratar de acomodarme y elevarme un poco. En fin, lo tomo así, a la ligera, para no enroscarme demasiado con todo esto.

Hoy, poco antes de las once — no es casualidad, ni causalidad, ni nada de eso, solo es mi horario de siempre — salí de casa y mientras caminaba rumbo al trabajo busqué el celular del bolsillo — al que bautice “el Molestar”— y me puse a estudiarlo. Es nuevo y tiene todas las funciones que se les ocurran y que seguramente nunca aprenderé a utilizar. Aclaro que no tengo por costumbre ir hablando por teléfono mientras camino, tropezando con veredas desparejas o esquivando gente mientras contesto mensajes, pero me gano la tentación y pudo más que mi convicción. Además, tiene un visor con unas letras y números grandotes donde resulta agradable leer cualquier estupidez que a uno le envíen.

Todavía no llegué al trabajo, estoy un poco confundido. Siento una inmensa paz y me parece flotar alrededor de mi cuerpo… como fuera de la escena. ¿Será que finalmente me estoy elevando? ¡Veo todo desde arriba! Aunque la “realidad inferior” no resulta ser muy atractiva… Abajo hay un cuerpo desparramado en el pavimento; es muy similar al mío. Un automóvil con el parabrisas roto y chocado contra un árbol; un patrullero cortando el tránsito y una ambulancia, ambos con las luces de emergencia encendidas. Los de la ambulancia bajan una camilla rígida y tratan de acomodar al accidentado sobre ella. No siento dolor alguno; eso sí, experimento una agradable sensación de bienestar, de felicidad. Hacia donde miro veo una profunda luminosidad, no encandila, me siento atraído hacia ella. Miro nuevamente hacia abajo. Cerca del cuerpo veo mi celular nuevo, con su enorme visor encendido. La fecha indica 31/07. Sumo: 3+1+7 y asombrado compruebo el resultado.  Inmediatamente fijo mi vista en la hora y… como me diría Laura: ¿Adivina que hora es?