Lidia Rabellino, docente de alma

Lidia Rabellino, docente de alma

E.A.: ¿Cuando se recibió de docente?

L.R.: En el año 1949, me recibí en Pergamino en el Colegio del Huerto de esa ciudad, después estuve también en la Escuela Normal de Luján, y he transitado como docente por distintos establecimientos, estuve en el Colegio de Arrecifes los primeros años, después estuve en otros establecimientos para hacer cursos posteriores.

E.A.: ¿Cuando comenzó la tarea en el Centro Educativo Complementario?

L.R.: En el Centro Educativo Complementario estuve desde el momento en que se creó, en el año 1959.  El tema comenzó así: las chicas de Zangari- Oliva trajeron a la ciudad unas periodistas que hacían conferencias televisivas, nosotras estábamos en el Comedor  en ese momento con los chicos que almorzaban, y me dicen, “Lidia usted está siempre pidiendo cosas y nunca se presenta, vaya, vaya y pídale cosas a esas periodistas”, entonces fui al lugar donde ellas  estaban y estuvimos conversando, contándoles de las necesidades que teníamos, porque nosotros estábamos caminando cuatro cuadras para llevar a los chicos con el peligro de cruzar la Roque Sáenz Peña. Bueno, me tomaron el pedido, las chicas se fueron y yo seguí con mis actividades, al poco tiempo me llama el Intendente Horacio Tapia, y me dice: “Lidia usted no se ocupa de las cosas que pide, escuche lo que le dicen”. Ahí entonces me ocupé y me citaron para que fuese a La Plata porque nos iban a dar un dinero para que pudiéramos comprar un terreno que pertenecía a la Cooperativa Agrícola Ganadera, y la casa que todavía está, continuando el establecimiento. Acompañada por Vicky Bessone y el señor Covini, fuimos a La Plata y sin ninguna objeción  nos dieron el cheque. Así que vinimos, compramos el terreno y poco a poco fuimos edificando con el apoyo de las autoridades que en ese momento estaban en funciones.

E.A.: En esos momentos, ¿cómo funcionaban?

L.R.: Nosotros teníamos las actividades escolares que las realizábamos en los salones de la municipalidad como apoyo extraescolar de los chicos. Teníamos hasta chiquitos de meses de edad que los poníamos dentro de cajones, porque al haber poco espacio teníamos miedo que los mas grandes los llevaran por delante, por eso los poníamos debajo de las mesas.  Fue un trabajo de enanos, realizado con mucho placer, con  mucha responsabilidad, tuve compañeras muy buenas, así que fuimos creciendo paulatinamente, con el dinero que nos dieron compramos la casa, se le hicieron las refacciones correspondientes, y ya entonces fue otra manera la de vivir y conducirnos.

E.A.: ¿Qué docentes recordás de aquella época?

L.R.: Yo las recuerdo a todas, la secretaria fue Nelda Gallo,  una compañera de hierro permanente, pero para todas tengo un recuerdo muy bueno porque todas estaban muy comprometidas, brindándose a los niños, con sus necesidades no solamente de aprendizaje, sino también necesidades de otro tipo. Con sus padres hemos tenido una muy buena relación, con toda la familia de los niños. Por eso el Centro Educativo siempre ha sido una gran familia.

E.A.: ¿Qué es lo que más cambió en la actualidad, los docentes,  la educación o la sociedad?

L.R.: La sociedad ha ido evolucionando, tal vez no con la evolución que uno hubiera querido, pero bueno, todo tiene sus matices. Realmente nosotros habíamos formado una gran familia, donde acompañábamos cada una de las vicisitudes y siempre dispuestas a colaborar en conjunto. Tuve la suerte de tener compañeras que realmente fueron muy constantes en su quehacer y con una decisión de entrega para bien de los chicos, porque las familias que venían eran familias que tenían serios problemas, no sólo dentro del orden económico sino también en la formación moral, así que había que apuntalarlos para hacer un cambio de vida. Y hemos logrado que nuestros ex alumnos siempre nos guarden en el recuerdo, han tenido vivencias que los han marcado.

E.A.: ¿Piensa que la educación no fue la misma?

L.R.: Los valores ya no son los mismos, la sociedad evoluciona y realmente a veces es una vorágine que te va arrastrando, pero ya no hay la unidad que teníamos entonces, ni la sencillez, porque los papás venían y depositaban sus temores y necesidades en el establecimiento, en busca de una colaboración para que pudieran resolver sus situaciones. Esto nos hacía sentir muy comprometidos y formar parte de esa gran familia que constituyó el Centro en sus inicios.

E.A.: ¿A lo largo de su carrera estuvo afiliada a algún gremio?

L.R.: Yo pertenezco al gremio de los docentes como una consecuencia natural pero sin participar demasiado. Buscando encontrar los servicios que nos ofrecen para vivir mejor.

E.A.: ¿Que opina del conflicto docente?

L.R.: Es lamentable que no se puedan iniciar las clases en término como corresponde, pero también es necesario que el docente cuente con un salario que sea lo indispensable como para poder resolver su situación y trabajar con amor hacia los niños, que es lo mas importante. Si bien ahora estoy alejada del conflicto actual, “…me duelen los paros porque considero que la vocación docente tiene que estar siempre a la orden del día para poder atender a los niños como corresponde, pero también las necesidades económicas de los maestros requieren que estén correctas para poder sostener su existencia”.

E.A.: ¿Cuál fue el mayor número de alumnos que tuvieron?

L.R. Llegamos a tener 300 alumnos.

E.A.: ¿Tiene alguna anécdota?

L.R.: Un montón….me agarrás de sorpresa. Recuerdo que cuando hacía calor, íbamos en un colectivo al balneario, de Sugasti era el transporte, y llevábamos a los chicos, las compañeras se bajaban para parar el tránsito porque el colectivo era muy viejo y no podía entrar el balneario. También viajábamos a Chapadmalal, a Córdoba, y yo los iba a esperar, y ellos llegaban con mucha  alegría, haciendo comentarios del viaje. Una vez  llegó el tren a Retiro de Córdoba, yo los esperaba y entonces baja una de las nenas y con una alegría inmensa le digo: “… vas a tener otro hermanito” y ella me puso una cara de pena…como diciendo “….voy a tener que criar otro hermanito…” , y allí me arrepentí de habérselo dicho. Una vez un chico que nos daba mucho trabajo, en una oportunidad que estábamos en el Balneario, se nos escapó. Y estaba la docente Dora Orlando, y en malla tuvo que cruzar la ruta y buscarlo en un maizal. Y los coches que cruzaban la ruta le tocaban bocina, pensando que estaba loca.

E.A.: Un mensaje para los nuevos docentes, para los que recién se inician.

L.R.: Que realmente pongan su mejor esfuerzo en bien de los niños. Además de ser maestras y tratan de enseñar que se procure formar, que es lo más importante. Porque la enseñanza te la dá la vida, y la buena formación cuando la reciben de chicos, perdura;  en la actualidad encontramos nuestros ex alumnos que guardan en su memoria los años que han transcurrido en el establecimiento con mucho cariño.