ALGUNOS ASPECTOS DE AQUEL 25 DE MAYO
Por Andrea Cerdeyra
Cómo era Buenos Aires en 1810, dónde tuvo lugar la Primera Junta; quiénes son los personajes olvidados de ese día; qué queda del primer Cabildo y cuál era el rol de la mujer en esa época.
Más allá de lo que aprendimos en la escuela, las figuritas de los manuales y los suplementos de las revistas “Anteojito” y “Billiken”, la historia presenta distintas vertientes según la corriente de investigación que se ocupe de su estudio. Algunos historiadores sostienen que no llovía y que tampoco había paraguas (y si los había, eran artículos de lujo). Ese fue uno de los secretos revelados, pero hay otros que quedan por descubrir.
BUENOS AIRES DE ENTONCES
La reunión del Cabildo abierto fue en un balcón. Cuando se firmó el petitorio, a la madrugada, no quedaba nadie en la plaza. Los que llegaron, para el dibujo del manual, se enteraron por el boca a boca. Buenos Aires era una ciudad de no más de 50 mil habitantes. Todo pasaba alrededor de la plaza donde se concentraba la vida comercial.
La importancia de French y Berutti aquel frío y desapacible día fue decisiva, aunque no la que tradicionalmente se les asigna. Eran los jefes de un grupo de choque complotado con la revuelta, llamado «La legión infernal». Eran temibles «chisperos», es decir que manejaban armas de fuego. Apostados en las entradas de la plaza, junto con algunos miembros del regimiento de Patricios, decidían quiénes entraban en el cabildo y quiénes se quedaban afuera, amañando la votación a favor o en contra de la continuidad del virrey Cisneros.
Las escarapelas, que no eran celestes y blancas, las repartieron French y Berutti, para identificar a los propios de los ajenos. Manuel Belgrano fue quien propuso que se creara una escarapela nacional en 1812.
Cada vez que los españoles fundaban una ciudad asignaban un espacio frente a la plaza principal para levantar un cabildo. La palabra cabildo viene del latín “capitulum” que significa “a la cabeza” de una región o ciudad.
En 1608 se construye la primera sede del cabildo, edificación simple con paredes de adobe y techo de caña y paja; constaba de una sala para la reunión de los cabildantes y tres pequeñas habitaciones (una destinada a la cárcel). El Cabildo se construyó entre 1725 y 1776. Tras una larga serie de reformas y mutilaciones, el edificio se restauró en 1939/1940 bajo la dirección del arquitecto Mario José Buschiazzo, conservándose el recinto donde juró la Junta Provisional Gubernativa y parte de la galería donde se reunió el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810.
Su patrimonio está conformado por el propio edificio y por las colecciones integradas por documentos, pinturas y objetos de los siglos XVII al XX. El predio y el espacio circundante, escenarios de sucesos de nuestro pasado, acrecientan su valor histórico.
El edificio del Cabildo es el único testigo arquitectónico civil de los mas de 200 años de vida independiente del país, recuperado como un museo del siglo XXI en el marco de las obras del Bicentenario. El histórico edificio y centro neurálgico de los acontecimientos de Mayo de 1810, reabrió al público el 23 de mayo de 2010.
La Pirámide de Mayo es el primer monumento patrio que tuvo la Ciudad de Buenos Aires . Actualmente se encuentra en el centro de la Plaza de Mayo. Su historia comienza en marzo de 1811 cuando la Junta Grande decidió mandar a construir un monumento del lado oeste de la plaza, para celebrar el primer aniversario de la Revolución de Mayo. Se colocaron al pie de la pirámide las banderas de los Regimientos Patricios, Arribeños, Pardos y Morenos, Artillería, Húsares y Granaderos de la guarnición Buenos Aires. La pirámide y la Catedral fueron profusamente iluminadas. La Recova se iluminó con 1.141 velas de sebo. Los festejos duraron cuatro días e incluyeron danzas, sorteos y manumisión (liberación) de esclavos.
En 1856, bajo la dirección del artista Prilidiano Pueyrredón, se la transformó, construyendo una nueva pirámide sobre los cimientos de la anterior, que es la que se observa actualmente.
Los acontecimientos del 25 de mayo de 1810 están asociados en la memoria colectiva a sus protagonistas masculinos. Sin embargo, muchas mujeres influyeron con sus acciones y opiniones.
Algunas provenían de familias de la elite porteña, participaban e intervenían en las conversaciones políticas de la época. Eran las tertulias el ámbito en el que más se lucían, encuentros en los que se conversaba, se escuchaba música y se discutía sobre política y asuntos públicos. Además, hubo otras mujeres anónimas y de sectores populares que fueron partícipes de los acontecimientos de 1810 como las trabajadoras independientes (lavanderas y vendedoras ambulantes), «siempre activas y presentes en la vida urbana». Unas y otras tuvieron un rol «vital en cuanto a la obtención de recursos y elementos para comenzar y sostener la lucha a través de donaciones, recolección de dinero, organización de actividades lucrativas, prestando su casa para reuniones y hasta haciendo tareas de espionaje y correo».
Manuela Pedraza: en las invasiones inglesas de 1806 la «tucumanesa» combatió para defender la ciudad de Buenos Aires junto a su marido, quien murió en sus brazos y al que vengó alzando su fusil contra el inglés que lo mató. Más tarde fue condecorada por su desempeño y se la recuerda como una de las referentes de la lucha de las mujeres.
Mariquita Sánchez de Thompson: una de las pocas que fue testigo de esa semana histórica y que dejó, en sus cartas, un registro de su participación. «Mariquita fue tal vez la mujer que encarnó mejor el ideario de la época. Sus acciones, recorridos, palabras, amistades y experiencias permiten definirla como la gran madre del ciclo revolucionario. En su casa se tocó, por primera vez, el Himno Nacional.
Flora de Azcuénaga: hermana de Miguel de Azcuénaga y esposa de Gaspar de Santa Coloma, era dueña de un caserón en la calle Florida y activa anfitriona de las tertulias. Intervenía vivamente en los debates para defender la causa revolucionaria y sus opiniones eran «escuchadas y respetadas».
Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña: Amiga de Mariquita, era franca y autoritaria, muy al estilo de entonces. Se dice que ella fue la que instó a Cornelio de Saavedra a pronunciarse en el Cabildo. «La tradición se apoya en el hecho de que la casa y la quinta de Nicolás Rodríguez Peña, el marido de Casilda, fue el lugar clave de la conspiración revolucionaria y que, por consiguiente, es probable que ella participara de las gestiones».
Mujeres de Vieytes: Otro caso destacable fue el de las mujeres de la familia de Hipólito Vieytes (economista y comerciante de jabones), quienes fueron vistas en la plaza de la Victoria, durante los sucesos de mayo, «disfrazadas probablemente de varones», relata la directora de Todo es Historia.
Guadalupe Cuenca : La esposa de Mariano Moreno se encargó de contarle a su marido, a través de largas y románticas cartas, todo lo que ocurría en Buenos Aires mientras él estaba de viaje. Incluso siguió escribiéndole, ignorando que había sido asesinado en alta mar.