Animarse a elegir o conformarse con la elección de otros
Por Milagros Cuello Olmos
El arriesgarse a elegir y responsabilizarse de las acciones y decisiones es uno de los ejemplos más importantes que le podemos dar a nuestros hijos, ya que algo muy común es ver que cada vez es más frecuente que no puedan hacerse cargo de sus acciones, incluso de lo que es obvio que hicieron o están haciendo. Adultos que no se hacen cargo, que justifican lo que está mal porque otro hace cosas peores, o simplemente no hacen, es lo que está deformando nuestra sociedad, empecemos por ser el ejemplo que queremos para que ellos tengan que imitar y no algo en justificar sus malas acciones o decisiones. No nos quejemos, hagámonos responsables y aceptemos lo que no nos sale como queremos, es una muestra de madurez y nos permitirá crecer como sociedad.
Sea por las elecciones que se vienen o por la comida con amigos, para elegir el color de una pared o el diseño de algo en común, la vida nos vive poniendo ante la posibilidad de elegir, de votar por aquello que más me gusta o por lo que menos me disgusta, pero esa elección me obliga a tomar posición y jugarme por algo, lo cual me enfrentaría a los que no piensan como yo.
Sartre hace referencia a este tema cuando dice “El hombre está condenado a ser a libre”, señalando que cada capítulo de nuestras vidas está marcado por las decisiones que tomamos y las consecuencias de ello, motivo por el que la mayoría de las personas prefiere delegar la decisión en otros, copiando o adhiriendo para evitar tomar la responsabilidad de lo elegido ya que el otro es el culpable de lo que salió mal… En general la gente sólo se hace cargo de las decisiones colectivas que terminan en éxito, o mientras el golpe de suerte dura.
Los argentinos hace casi un siglo que acuñamos la tercera posición, el famoso “yo argentino”, como una forma diplomática de no hacernos cargo, de lavarnos las manos y dejar que los demás se hagan cargo. El yo argentino nos ha servido en algunas situaciones de conflicto internacional, pero también nos ha costado caro en otras, como por ejemplo, cuando no nos comprometemos en las decisiones sociales, ya sea la cooperadora de la escuela, el club barrial, los amigos de nuestros hijos, o las tareas del hogar. Si queremos cambiar la realidad personal y colectiva empecemos por tomar partido, elegir y hacernos cargo de lo que hacemos.