CARNAVALES DE ENTONCES
Por Oscar Albelo
Corría el año setenta y nueve, con unos amigos despuntábamos el vicio, en una tardecita calurosa, un campeonato de metegol en la Despensa Bar., del querido ¡Amigo! ¡Recordado, Pinocho Vecino!.
Debo reconocer de cero a diez, debería estar en seis, como jugador en esa especialidad.
Por lo tanto no fueron muchos los campeonatos que fueron logrados para deleite mío y el casual compañero.
Esa tarde alcanzamos a llegar con Sergio Ulere, a una transpirada semifinal, cayendo derrotados, por el dúo subcampeón. Luego de una final encarnizada, entre el mejor Pinocho, haciendo pareja con Pangarela Fernández, se enfrentaba contra Silvio Maidana y Conejo Ulere, ganado por los primeros nombrados.
Entre los aplausos y alguna cargada, entregado el premio correspondiente, acodado al mostrador, matando la sed con algún aperitivo, repasábamos los pasajes de los partidos.
De pronto interrumpió Darío Caron, che muchachos ¿nos disfrazamos para los carnavales?, entre miradas cómplices casi unánimes aceptamos la invitación.
Pero ¿de qué? pregunto el Turco…ante los signos de preguntas en nuestro cerebros, si hacemos un ¿Oso? fue la voz de Don Goyty, que estaba en un rincón como ausente tomándose el ultimo sorbo de vino, entre argumentos eximidos, que ¡Él!, una vez lo diseñó, ¡había andado y gustado mucho!, unos años atrás.
El Conejo largo otra duda, pero hoy es Viernes, y el Corso es mañana ¡Sábado!…
Si ustedes me consiguen un pantalón y camisa de grafa, lana de oveja, cartón, alambre, y engrudo, (engrudo era una mezcla de harina y agua para pegar la lana en el pantalón y camisa, una boligoma primitiva), replicó Goyty, redoblando la apuesta, mientras estiraba el brazo con el vaso vacío, ¿quién me paga un tintito? Aprovechando la ocasión de su semejante idea.
Mientras El Conejo, invitaba, al ideólogo Goyty, Pinocho ofrecía el patio de su casa, y la mayoría de los implementos pedidos para el armado, mientras que el turco recordaba tener camisa y pantalón, de un empleado ferroviario, que era mas duro todavía que la grafa.
Al otro día, después de almorzar,(porque a la mañana del sábado la mayoría trabajaba) comenzó los preparativos, no sólo el diseño del Oso, si no también, preparar la escenografía con los demás participantes, como dijo Telésforo Insaurralde, no vamos a ir todos adentro del ¡Disfraz del Oso!.
Así que entre todos preparamos el argumento.
En el interior del salvaje animal, ya se había anotado Goyty, Conejo como el domador, el que llevaría encadenado al terrible y feroz animal, Telésforo sería el ayudante, junto con Pangarela y Silvio Maidana.
El Turco sería la victima al que en un determinado momento el Oso lo atraparía con sus garras asesinas, Darío Carón y yo, seríamos las enfermeras que asistiríamos los primeros auxilios.
Tras una tarde ardua contra reloj, dos horas antes de los corsos teníamos terminado al casi parecido ¡OSO!.
Después de un baño reparador ya que el calor se hacía sentir, volvimos con todos los elementos y comenzamos con los disfraces, Goyty ya se había metido en el interior del Oso, se imaginan con veintiocho grados de calor, con esa ropa pesada, mas todo el pegamento y la lana, salía humo mas que un Oso, parecía una cocina a leña, se imaginan dos horas de corso?
Y allá salimos, entre risas y las miradas de los vecinos curiosos, con la adrenalina a flor de piel. El lugar carnavalesco era en la Avenida Rivadavia, entre Alsina eh Italia, tres cuadras de ida, y tres cuadras de vuelta, la multitud se agolpaba a la orilla de las veredas y ya nos sentíamos protagonistas y subía cada vez mas la intensidad de nuestra actuación, Omar Perinchelli que no se había decidido a un disfraz, acompañaba tratando que los chicos traviesos nos molestaran nuestro paso, a medida que nos acercábamos al palco de trasmisión la euforia ya era total de parte nuestro, ya en dos o tres lugares habíamos hecho la escena ideada, donde el Oso se enfurecía, y tomaba de sorpresa a la víctima, al darnos cuenta que la gente aceptaba nuestra propuesta, ya nos sentíamos estar en un estadio de fútbol, donde la tribuna coreaba nuestros Nombres.
Al llegar al lugar privilegiado ¡El Palco Oficial!, el Locutor de Turno, nos presentaba y comenzó la actuación mas esperada, el Conejo lo sujetaba al Oso endemoniado con una cadena agarrada del cinto, y en la otra mano un látigo trenzado, prestado por Zabala, un vecino buen hachón del barrio San José.
Goyty sabía que había llegado su hora de gloria y la transformación no podía haber sido otra, sinceramente les ¡digo!; parecía un Oso de verdad enfurecido, comenzó a saltar y dar manotazos, no solo cayó bajo sus garras el Turco (la víctima) si no de otros curiosos que se habían acercado mas de la cuenta, fue un desparramo de gente, alcancé a desviar un manotazo, que de haberme agarrado, ahí si, tendría que venir una enfermera de verdad asistirme.
El Oso en verdad estaba descontrolado, ahí sentí la voz de ayuda del Conejo, ¡se quiere sacar la careta Goyty ayúdenme que se la saca, y en el medio del corso!
Nos tiramos casi todos arriba del Oso enfurecido mientras le decíamos ¡para! ¡para! Goyty que ya estuviste muy bien, pero cálmate ¡ya fue suficiente lo hiciste muy bien!, pero cálmate Oso, Goyty, una mezcla de Goyty y Oso.
Ante la negativa y falta de respuesta casi a la fuerza lo sacamos entre todos, por la orilla del palco, tras los gritos de ¡vivas!, y ¡aplausos! de la concurrencia, por la autenticidad de la escena.
Cuando llegamos a un lugar mas seguro, ya sin las miradas de curiosos, mas tranquilos, lo soltamos, y Goyty entre insultos groseros y con mucha bronca, se sacó todo el disfraz, y tras mandarnos nuestra Madre al infierno, salió en calzoncillos para su casa, dando por tierra con el Oso, el ocurrente de Telésforo decía quedo cuereado el pobre Animal.
Y ahí nos quedamos con el signo de interrogante que había sucedido, ante tanta actuación demostrada por nuestro ex compañero????.
Yo fui el culpable se despachó El Conejo mostrando el látigo en la mano, sin darme cuenta le di dos chirlos que le deben haber dolido, y así debe ser dijo Darío mirando el disfraz en el suelo, acá esta la prueba, asombrados mirábamos la huella de los latigazos, dos cortes en la zona baja de la prenda.
Con razón se enloqueció opinaba Pangarella mientras esbozaba una sonrisa, ¿…y ahora? pregunte, recién pasamos media vuelta, si aspiramos algún premio tenemos que completar una vuelta y media mas, el reglamento decía dos pasadas.
Las miradas se posaron en el ocasional acompañante Omar, que nos había acompañado hasta ese lugar, no podes decirnos que ¡no Omarcito! dijo el Conejo palmeándolo para convencerlo, mientras el turco tomaba el disfraz del suelo, lo llevaba en dirección del reemplazante.
Y nuevamente el Oso un poco mas tranquilo ¡volvió!, dimos las dos vueltas estipuladas, llegó el final, fuimos premiados por ser los mas divertidos, unos pesitos de premio, alcanzó para un asadito.
Al que no pudimos convencer para el agasajo fue a Goyty, que había sido, casi obligado a rebencazo limpio, a ser el verdadero protagonista, en la mejor ¡actuación de su vida!.
Todos los integrantes de aquella recordada historia sabíamos que nuestro premio fue ganado por la exclusiva actuación de Juan Goyty, pero para el Público, al sacarnos las caretas, fue para Omar Perinchelli.