Civilización y barbarie
por Nilda Lucero de Díaz
Transcribimos un artículo ya publicado en El Argentino el día 1° de diciembre de 2011, de nuestra querida columnista de entonces, Nilda; pese al tiempo que ha pasado no ha perdido vigencia.
Este título me quedó grabado en mi mente de la época en que en la escuela se estudiaba historia. Según la historia, cuando el hombre blanco llegó a tierras americanas, entre éstas la nuestra, vivía el aborigen, según decían los salvajes. Estos hombres y mujeres vivían una vida natural: de la caza y de la pesca; eran mansos, felices. Desde que llegó el hombre blanco todo cambió para ellos, y si peleaban era para defender ese lugar que les pertenecía. No tenían religión, tenían sus modalidades; el hombre blanco les enseñó muchas cosas, entre otras, a matar. Aun hoy en la era de la tecnología el hombre blanco, sigue apoderándose de las tierras de las pocas tribus originarias que quedan en nuestro país. Están discriminados, viven en forma inhumana, los gobiernos no lo tienen en cuenta, peor que si fueran animales. Reciben una miserable ayuda de asociaciones particulares; la famosa cantante Patricia Sosa, (que tiene una fundación) fue asaltada por los civilizados cuando iban al Chaco a llevarles a los tobas ropa, alimentos, medicamentos. Acá en nuestra ciudad se les ha mandado camiones, con lo que dona la gente común. Si no son los camioneros que viajan, hacia distintos puntos del país, los encargados de hacerles llegar lo que el ciudadano común les envía por solidaridad. Ellos están ahí, demasiados mansos, viendo morir sus hijos y sus viejos por desnutrición, víctimas de chagas, la tuberculosis y toda clase de enfermedades que creíamos erradicadas.
Acá en nuestra comunidad, que gracias a Dios, hay trabajo para todos, vemos como se vienen de las provincias y los países vecinos en busca de una vida más digna. Porque siempre repito lo mismo, para los gobiernos de turno, los gobernadores, la Argentina, termina en la provincia de Buenos Aires. De que tengo uso de razón no hubo un solo gobierno, que se ocupó de todos los argentinos, del hombre de campo, no importaba si era indio o extranjero, sólo que estuviera en esta bendita tierra, que lo tiene todo; porque cada uno lleva agua para su molino. Según veo y leo en la actualidad, se acuerdan de esa pobre gente cuando vienen las elecciones. Yo vengo de la Pcia. de Santa Fé, me crié en una estancia de 35.000 hectáreas donde las personas que trabajaban en ella, no se conocían. Estoy en este lugar no porque mis padres buscaran mejor horizonte, sino por una larga historia. Hace 60 años que con mis padres y hermanos estamos en Capitán Sarmiento. Ya no nos vamos más, ya que hicimos raíces. Acá descansan los restos de mis queridos viejos. Están mis hijos con sus familias, nietos y bisnietos. Sarmiento sique siendo un paraíso, pese a todo.
Que Dios bendiga a quienes tienen en sus manos el destino de nuestro pueblo.