DESDE EL ANDEN

DESDE EL ANDEN

Por Andrea Cerdeyra

HISTORIAS DE FERROVIARIOS Y SUS HIJOS O FAMILIARES – TESTIMONIO DE JUAN HUMBERTO RAMIREZ BERTERO

“Yo vengo de familia ferroviaria, mi padre don Sixto Ramírez entre distintos puestos que ocupó en el ferrocarril Belgrano, se jubiló como jefe de la estación Rosario de La Frontera (Salta) y un hermano también fue jefe de la Estación Los Baños termales de Rosario de La Frontera. Recuerdo de esa época cómo los operarios se sentían orgullosos de pertenecer al ferrocarril y tomaban como suyos a los trenes, recuerdo en mi niñez en Capitán Sarmiento (mi pueblo por adopción ya que soy nacido en San Miguel de Tucumán). Siempre estuve ligado de una u otra forma a la empresa, ya que por ser hijo de ferroviario, tenía lo que llamaba un pase libre, con el cual podía abordar cualquier tren podía hacer viajes largos. Yo los aprovechaba para visitar a mi familia en Salta.

Me parece ver el primer el tren que pasaba para Buenos Aires, era lo que llamaban el COCHE MOTOR. Éste, era para su época, una maravilla; regresaba por la noche, estaba el MAR Y SIERRA que venía de Córdoba hasta Mar del Plata, llevaba las tres clases que se usaba en los trenes: primera, segunda y tercera; cabe consignar que llevaba vagones transportando los vehículos de los pasajeros, ya que ir en coche de Córdoba hasta Mar del Plata era toda una epopeya para la época.

Nosotros lo veíamos pasar ya que era un expreso y no tenía parada aquí. También pasaba el LUJANERO que tenía desvío en San Antonio de Areco con terminal en la ciudad de Luján. Este era el transporte obligado para ir a dicha ciudad. También pasaba a la mañana con regreso a la tardenoche, lo utilizábamos para ir a pasear ida y vuelta en el día. Recuerdo en mi niñez ir a la estación a ver pasar el tren, todo un acontecimiento, muchos lucían sus mejores galas. Familias que viajaban a Buenos aires salían publicado en la sección “sociales” del diario local de la época, para tener en cuenta lo significativo que era para la época los viajes.

Principio del año 1970 y finales de 1971, salió un programa para arreglar las vías para que pasen trenes llevando vagones con petróleo, por esa circunstancia tomaron gente para reforzar la cuadrilla local de vías y obras, a fin de que circulen esos trenes ya que eran más pesados. Siendo muy joven me tomaron para realizar esos trabajos, era una excelente oportunidad para ganar un muy buen sueldo en ese momento; compartí esos días con muchos vecinos, trabajadores de la cuadrilla, haciendo amigos y compañeros de trabajo, cuyas caras se fueron desdibujando por el tiempo transcurrido y otros muchos que ya no están entre nosotros.

La rutina diaria era dura: muy temprano, casi sin sol, se sacaba la ZORRA MOTOR, (a sí llamaban al aparato motor), que llevaba unos acoplados donde ponían las herramientas y viajábamos los operarios. Las encarrilábamos en las vías y salíamos al campo a efectuar los arreglos que una zorrita más chica en que viajaban dos personas que inspeccionaban la vía y marcaban donde tenían defectos y nosotros arreglábamos, los días sábados como se trabajaba medio día no salíamos al campo y trabajábamos en lo que denominaban “radio estación”, cortábamos el pasto y otros trabajos en nuestra estación, al lado del paso nivel alto (Av. Alem). Donde hay actualmente una iglesia evangélica, vivía el capataz de la cuadrilla, un tal Sr. Suárez y en la otra casa, personal foráneo ya que el ferrocarril tenía gente de otras provincias, porque podía trasladar, según se requería, los empleados donde era necesario. Presencié varios acontecimientos como descarrilamientos (donde nosotros arreglábamos las vías); también un suicidio que por acontecer un día sábado que estábamos trabajando en la estación, cuando el tren venía llegando tocaba bocina y nosotros debíamos colocarnos en fila al lado de la vía por eso estábamos viendo el tren, cuando una persona de sexo femenino se puso de espaldas a las vías y fue arrollada por el mismo; y tantísimas anécdotas felices que compartíamos cuando el cocinero nos llamaba a comer, ya que no regresábamos al mediodía a nuestros hogares. Era un grupo de mucha camaradería. Un capítulo aparte era la llegada a fin de mes del TREN PAGADOR, que venía pagando a todos los empleados de la línea, estaba constituido por la locomotora y dos vagones que tenían a los costados ventanillas enrejadas donde, según la categoría, nos formábamos a recibir nuestro sueldo. Había también guardias armados a fin de evitar algún asalto. Los de la cuadrilla nos dividíamos en tres categorías; a saber: efectivos, provisorios y changarines, éramos los que, terminando los arreglos que necesitaban, quedábamos cesantes; una salida era ir a donde se precisaba en otros lugares pero ya teníamos que migrar; terminado esto dejé de trabajar en ferrocarril, no sin cierta nostalgia, pero la vida sigue. Quise compartir esta pequeña reseña para gente que no tuvo la suerte de ver un tren, que eran las venas donde circulaba el progreso y grandeza de nuestra querida patria”.