INDEPENDENCIA: NADA DE INDIOS, NADA DE NEGROS
Por Andrea Cerdeyra
La noción de independencia permite nombrar al Estado que no depende ni es tributario de otro. Surgió como concepto político tras la Declaración de Independencia de los Estados Unidos que fue presentada en 1776. A partir de entonces, muchos otros países comenzaron a responder al colonialismo europeo con sus propias declaraciones de independencia, que solían ser el fruto de procesos complejos.
Nuestro territorio no escapó a esa influencia, a la que se sumaron muchos otros e importantes factores: los ideales de la Revolución Francesa, la Reconquista de Buenos Aires ante las Invasiones Inglesas, la caída de la Corona Española bajo el dominio francés de Napoleón Bonaparte, la Gesta de Mayo de 1810…
Como vemos, La Patria no nació de un día para otro, sino que fue el resultado de un largo y difícil proceso. Patria, se convierte en un concepto clave de las revoluciones de la segunda mitad del siglo XVIII tanto en Europa como en América, junto con una larga serie de voces afines: república, nación, soberanía, libertad, felicidad, ciudadanía…
Y si bien, por su género, “La Patria” es femenina, en el proceso independentista resuenan los nombres de aquellos hombres que quedaron grabados en el acta de aquel 9 de Julio de 1816, cuando en Tucumán, firmaron y sellaron el destino de nuestra Nación.
NADA DE INDIOS
Los Pueblos Originarios, habitantes preexistentes al primer poblamiento europeo y organización nacional, fueron el músculo y la sangre de los ejércitos libertadores que llevó a la Argentina a su declaración de Independencia, y a pesar de haber sido reconocidos y respetados por los próceres de aquella gesta, durante los primeros años de la nueva Nación pasaron a ser víctimas de persecución, que algunos historiadores calificaron de genocidio, y el despojo de sus tierras.
Se trata de decenas de etnias que habitan desde hace siglos el actual territorio nacional, aún en las regiones de extremas condiciones geográficas y climáticas como el Altiplano y la Patagonia austral, y que a principios del siglo XIX coexistieron y hasta colaboraron con los criollos en el proceso liberador de España.
Esta historia se plasmó en la Declaración de Independencia del 9 de julio de 1816, impresa en numerosos ejemplares bilingües, que fueron distribuidos en español -en la columna izquierda- y quechua -en la derecha- o en aymara.
El Congreso de Tucumán también encargó una traducción al guaraní, pueblo de amplia presencia en el norte argentino y Paraguay, pero no llegó a imprimirse oficialmente.
También, invitamos a conocer a las mujeres que se destacaron durante el proceso de la independencia; mujeres que, desde distintos roles, fueron parte del proceso de independencia.
NADA DE NEGROS
La república modelo de Sudamérica, que tenía el nombre del metal blanco (del latín Argentum, plata), no podía tener una madre negra. Había que esconderla y esconderla muy bien.
María Remedios del Valle, nacida en Buenos Aires entre 1766 y 1767, de origen africano de padres esclavizados, fue nombrada capitana del ejército del Norte de Manuel Belgrano, participante de la resistencia en las invasiones inglesas, esposa de un muerto en guerra y madre un hijo propio y de otro adoptivo que sufrieron igual destino, al que ella misma escapó por casualidad.
Se ganó a fuerza de coraje en la batalla, y de entrañable cariño por los enfermos, heridos y mutilados en combate, el título de “capitana” y de “madre de la patria” como empezaron a llamarla los soldados caídos y luego repitieron los generales.
Cuando regresa a Bs. As, vive por décadas mendigando en la Plaza de la Victoria. Hubo políticos que intentaron tramitarle una pensión que nunca fue concedida. Terminó su vida con el apellido Rosas, en agradecimiento a Don Juan Manuel, que años después le fijó la pensión en 216 pesos.
Una noticia del 8 de noviembre de 1847, indicaba que “el mayor de caballería Doña Remedios Rosas falleció”. Le reconocían en cargo de Sargento Mayor que le acordó Rosas, tras el de “capitana” que se ganó en el campo de batalla. Es en su honor que el8 de noviembre fue declaro el Día Nacional de los afroargentinos
La más conocida: Juana Zurduy
Juana Azurduy nació el 12 de julio de 1780 en Toroca, una población ubicada en el norte de Potosí perteneciente al Virreinato del Río de la Plata (actualmente Bolivia). Hija de Eulalia Bermúdez, una “chola” o mestiza proveniente de Chuquisaca, y de Mate ías Azurduy, un hacendado de raza blanca de buena posición económica y tierras en la región. A los 25 años, 1805, se casó con Miguel Asencio Padilla, un estudiante de derecho que era hijo de unos vecinos y amigo de la familia. Tuvieron cinco hijos.
A través de una organización conocida como «Los Leales», el matrimonio combatió contra imperio español destacándose especialmente Juana por su valentía y su capacidad de mando, hecho que le valió nombramiento de teniente coronel, en el verano de 1816, y la entrega simbólica de un sable por las tropas enviadas desde Buenos Aires con objetivo de liberar el Alto Perú.
Ese mismo año, ya embarazada de su quinto hijo, Juana sufrió una herida en la batalla de la Laguna, y al intentar rescatarla, Miguel Asencio Padilla murió en combate. Su cuerpo fue colgado por los realistas y luego de dar a luz, la soldada se unió a la guerrilla de Martín Miguel de Güemes, que operaba en el norte del Alto Perú defendiendo en seis ocasiones las invasiones realistas.
Murió en la miseria el 25 de mayo de 1862, a los 81 años en la provincia argentina de Jujuy. Fue enterrada en una fosa común. Cien años más tarde, sus restos fueron exhumados y trasladados a un mausoleo construido en la ciudad de Sucre, Bolivia, y en 2009 fue ascendida a Generala del Ejército argentino y mariscal de la república boliviana.