LA MUJER SEDUCE… EL HOMBRE ACOSA
Por Luis Marino Ejarque
Escuchando a Ana Rosenfeld diciendo que en la facultad la acosaban, me viene la imagen de un palomo hinchando su pecho ante la paloma en celo, para abordarla. Las armas de Género son primariamente, biológicamente: la seducción y el acoso. Así como el macho, primariamente acosador, buscador, trata de abordar a la hembra en todas las especies, ésta seduce,… en lo biológico a través de las hormonas cuyo olor, su medio de percepción, hace que el macho utilice sus armas de abordaje, que en muchos casos llegan a la lucha a muerte con un contendiente por la misma hembra. El objetivo es el apareamiento.
En el ser humano, lo cultural modifica todo, lo distorsiona o lo acomoda según como lo querramos ver, pero básicamente la mujer seduce y el hombre aborda. O ambos seducen. La seducción, no solo amorosa, es un arma de la naturaleza y la cultura al ser humano. En muchos casos esto se traduce en acoso… que no es otra forma que la de abordar, intentar acceder al vínculo sexual en una forma tan primaria como la del resto del reino.
No interpretar esto como principio de la relación intersexual, es hacer abstracción del vínculo primario a través del cual se conforma la pareja.
La Humana es la única especie que tiene sexo con un objetivo distinto al de la procreación. La diversidad cultural produce formas de sexualidad inexistentes en otras especies. Dentro de este espectro se encuentran las perversiones, que se califican según los modos y las costumbres. En las sociedades mas primitivas y machistas la mujer es “sometida” a actos que en otras culturas son delitos flagrantes. La globalización, al intentar meter todos los epifenómenos en la misma bolsa, produce reacciones de rechazo en las sociedades más “evolucionadas”.
Los movimientos feministas (que en absoluto son imparciales), intentan poner las formas de sexualidad en un plano de parcialidad ideológica que llega en algunos casos a demonizar principios tan naturales y sanos como la seducción y el acoso. Tómese el acoso como la forma insistente de intento de abordaje. El acoso se transforma en perverso cuando el objetivo lo es. La seducción no tiene patrimonio sexual, y tampoco lo tiene el acoso. Los límites de ambos solo son morales. La inmoralidad de ambos aspectos es lo que transforma algunas conductas en vicios que pueden llegar al delito.
La sociedad, ante tanto avance del rechazo al juego de seducción y abordaje de los movimientos radicalizados deberá plantearse hasta donde se puede avanzar en este aspecto, considerando los delitos sobre la integridad sin olvidar los principios naturales de seducción y acoso. El piropo no es acoso, como tampoco lo es la gentileza, pero siempre el intento de imposición de objetivos en uso de poder, es, al menos inmoral.