LLAMA ETERNA

LLAMA ETERNA

Por Walter Rivabella

—Grog y Gmub descubrieron el fuego— fue lo primero que dijo, sentándose en una roca.

ROBERTO FONTANARROSA

 

“El fuego dio lugar a la rueda. A la rueda alrededor del fuego”

JULIO CÉSAR CASTRO

Tiempo después de que Grog y Gmub descubrieran  el fuego, el jefe Pfg, se dio cuenta de la ardua tarea que llevaba encenderlo. Por eso decidió mantener siempre una tea prendida. Para ello llamó a Grr y a Puck, les legó la llama y con ella: la responsabilidad de mantenerla viva.

Grr y Puck pasaban días y noches junto al fuego. Aprendieron a regularlo —más ramitas más llamita, menos ramitas menos llamita— y también a canjearlo. Por una pequeña astilla ardiendo pedían a cambio una porción de carne lo suficientemente grande como para satisfacer el hambre de un par de jornadas. Así sin darse cuenta, inventaron el comercio.

Un día, tras quemarse el dedo gordo y chupárselo para calmar el ardor, Puck, detectó que la carne asada era más sabrosa que la cruda. Allí descubrió la cocina… y el canibalismo.

Pero una noche, mientras los dos realizaban la digestión al calor y a la luz de la fogata piloto, un gran soplo les volvió el mundo negro. Por caprichos del progreso —o tal vez del sueño—  ninguno reparó en los antiguos tiempos cuando pasaban una parte de la jornada a oscuras.

Aterrado, Puck comenzó a golpear un par de piedras tratando de conseguir una chispa. Se lo había visto hacer a Pfg al encender un palito que se llevó a los labios para dárselas de homo erectus ante las mujeres de la caverna de al lado. Pero su falta de práctica no le dio el resultado que buscaba. Serendipia que le dicen: tras aplastarse con ambas piedras el pulgar izquierdo  —el derecho se lo había comido— Puck, inventó el insulto.

Cuando amaneció, el pobre iluso creyó en principio que esa luz la había concebido él con lo quedaba de las piedras, pero de inmediato cantó el ave despertador y cayó en la cuenta de que eso era algo de todos los días. Con el concepto de memoria, Puck encontró a la rutina. En eso, volvió la vista a la pila de ramas, hojas y pastos secos, y mientras se lamentaba por el fuego que ya no estaba, se dio cuenta de que Grr, tampoco.

Lo buscó por todos lados sin encontrar ningún rastro.

Tras el soplo, Grr se había marchado a toda velocidad y sin rumbo. “Podía ser el viento”, pensaba mientras corría, pero “¿y si no lo era y se trataba de eso que no se puede ver, pero que quita la vida a todo lo que toca?”  Se puso a cavilar en algo para espantar los miedos, pero por las dudas continuó corriendo.

A oscuras y tratando de salvar el pellejo, esa noche Puck le contó al jefe Pfg “lo sucedido”:

“Una bestia enorme fue las que nos  robó el fuego. Era como una nube negra… ¡imposible de verla entre tanta oscuridad! Grr intentó luchar pero fue en vano, la bestia se lo devoró. Me di cuenta que se alejaba, cuando vi que a lo lejos —quizás por la misma boca con la que tragó a Grr—  dejó escapar una llamarada”

Jefe Pfg, que dormía cuando ocurrió la tormenta, lo acusó de inventar la mentira, ignorando que junto al boceto del dragón aquella noche Puck  inventó algo más. Porque antes de que el jefe lleno de ira inventara la pena de muerte y lleno de miedo muy  lejos: Grr  ideara la religión;  Puck —mucho antes del homo sapiens— le había dado vida al arte de contar historias.