LO QUE SAN MARTÍN SUPO SEMBRAR
LA VIDA DESCONOCIDA DE SU HIJA Y SUS NIETAS
POR ANDREA CERDEYRA
En 1816, María de los Remedios de Escalada, la esposa del entonces gobernador de Cuyo, José de San Martín, dio a luz a su niña: Merceditas. Su infancia transcurrió entre Mendoza y Buenos Aires, hasta el fallecimiento de su madre, en 1823. Al año siguiente padre e hija parten hacia Europa; la fragata francesa “Le Bayonnais” zarpó con destino al puerto de El Havre, en Francia y al bajar de la nave, San Martín fue detenido por la policía por llevar periódicos anti monárquicos y enviado al Reino Unido.
Allí Mercedes fue recibida por la familia Heywood, quien se encargó de su educación en un colegio para señoritas llamado Hampstead College. Tiempo después, ambos se instalaron en París.
Amor en tiempos de cólera
Los San Martín se radicaron en pleno centro parisino.
En marzo de 1832, se produjo en París una gran epidemia de cólera lo que hizo que el Libertador decidiera alquilar una casa en las afueras de la capital para no contraer la enfermedad, pero también fueron víctima del flagelo.
Un joven diplomático argentino, llamado Mariano Balcarce, asistió a los dos enfermos. Ambos jóvenes se enamoraron y en octubre de ese mismo año se casaron.
El matrimonio partió días después hacia Argentina donde estuvieron más de un año.
Destino Francia
Luego que Mercedes fuera madre de su hija María, los Balcarce regresaron a Francia y allí, junto al Libertador, se instalaron en una casa en Grand Bourg, en donde nació, el 14 de julio de 1836, su segunda hija: Josefa Dominga.
Posteriormente Mercedes, Mariano, José y sus hijas, vivieron en una casa en Boulogne Sur Mer y fue en ese lugar donde el General San Martín falleció el 17 de agosto de 1850.
Tiempo después de la muerte de su padre, la infanta mendocina y su familia compraron una finca en Brunoy, a 20 kilómetros de París. En esa misma localidad, el 21 de mayo de 1860, su hija María Mercedes falleció a los 27 años de edad.
Por muchos años, Mercedes se dedicó a los quehaceres artísticos como los del hogar. Enfermó repentinamente y en la tarde del 28 de febrero de 1875, falleció a los 59 años.
En diciembre 1951 los restos de Mercedes, su esposo e hija mayor María Mercedes fueron repatriados a la provincia de Mendoza y reposan en un mausoleo en la Basílica de San Francisco.
Josefa Dominga, o “Pepita”, como se la llamaba siempre tuvo una gran conexión con su abuelo.
Fue San Martín el que personalmente la inscribió en el registro civil de Evry-sur-Seine. Y quien la dejaba jugar, a gusto y placer, con las medallas que había ganado, en la época que combatía a Napoleón, en las filas del ejército español.
En 1861 Josefa se casó con Eduardo María de los Dolores Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina, embajador de México en Francia. No tendrían hijos.
Josefa y su marido estuvieron el 21 de abril de 1880 en El Havre, despidiendo los restos del Libertador, que el vapor Villarino llevaría a Buenos Aires. Lo primero que hizo Josefa fue donar la valiosa correspondencia de su abuelo a Bartolomé Mitre, y cedió el mobiliario que le había pertenecido al Museo Histórico Nacional. Lo hizo junto con un croquis, en el que detallaba la disposición de los muebles de la habitación donde había fallecido. Eso permitió recrear el ambiente, tal como se lo puede contemplar en la actualidad.
Cuando Josefa enviudó en 1904, modificó el Petit Chateau, donde vivía. Había creado, a fines del año anterior, la “Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada”, que llevaría adelante un hogar de ancianos y un centro asistencial para los más necesitados.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, transformó su casa y asilo en un hospital. La asistieron en esta tarea las hermanas de la Congregación de la Sagresse.
Trabajaba a la par que todos. Hablaba varios idiomas, como el inglés, italiano, alemán, griego y latín. Y por supuesto el español, a pesar de que nunca conocería Argentina, al que se refería como “nuestro amado país”.
La dirección médica de lo que durante la guerra fue el Hospital Auxiliar Nº 89, empezó a funcionar el 14 de octubre de 1914, y estuvo a cargo del cirujano jefe Dr. Jules León Ladroitte.
Constaba de 50 camas, dos modernos quirófanos, y salas de esterilización, laboratorio y radiología. Por la proximidad con el frente de batalla, atendían tanto a heridos franceses como alemanes. Lo único que Josefa preguntaba era “¿Están heridos? Entonces, ¡éntrelos!”
El problema fue cuando Alemania inició la segunda gran ofensiva del Marne, entre julio y agosto de 1918. Los franceses evacuaron toda el área, que comprendía a Brunoy. Aun así, Josefa no quiso irse.
Cuando la guerra terminó, recibió del gobierno francés la condecoración de la Legión de Honor y además fue distinguida por la Cruz Roja. Se había ganado la admiración de los soldados que se habían atendido en ese hospital, que volvió a ser asilo de ancianos. En su testamento, lo cedió a la Sociedad Filantrópica de París.
La casa de su bisabuelo, que estaba en la esquina de las actuales Perón y San Martín en el microcentro porteño, la donó al Patronato de la Infancia.
Josefa murió en Brunoy el 17 de abril de 1924. Tenía 87 años. Tanto ella como su abuelo son ciudadanos ilustres de la ciudad y una calle lleva el nombre de ella.
Cuando se trasladaron los restos de sus padres y hermana a Mendoza, en 1951, el gobierno francés se negó a la repatriación de los de Josefa. Porque ellos consideran que es un heroína nacional que merece descansar en la tierra en la que nació y vivió. Ese mismo suelo que había sido refugio de su ilustre abuelo que, de chica, la dejaba jugar con sus medallas.