NN (Nombres y negocios)
Por Walter Rivabella
De chico, se me daba por pensar que algún día, me iba a ganar la vida poniendo una “empresa de bautismos”, pero como nunca tuve nombre para ella, supe antes de su nacimiento que la cosa no iba a funcionar. Es que siempre me llamó la atención el empeño utilizado por la gente, o la falta del mismo —además de otras conductas— a la hora de llamar a las cosas por un nombre. Los emprendimientos comerciales por ejemplo son todo un tema. Desde ya, descartadas están las grandes compañías que tienen personal al servicio de dichas cuestiones —departamentos de marketing o como se llamen— aunque vaya uno a saber el porqué de llamar “La tranquilísima” a una marca de leche y a sus derivados, nacidos de la falta de serenidad como el caso de la ricota.
Si hay algo que me genera sentimientos encontrados —en el piso— es la costumbre de llamar al kiosco o despensa con el nombre del hijo/a, a modo de homenaje. Ni hablar cuando el homenaje es nostalgioso, quiero decir que remite a los antepasados: “Mis viejos” o “Mis papitos”, “Los abuelos” … Peor aún si se trata solamente de uno de ellos: “La nona”, y así hasta llegar al más inquietante de este estilo: el que está acompañado por un nombre de pila, por ejemplo “Despensa abuela Clara”. Lo que le habrá sucedido al dueño del lugar con la abuela que quedó afuera, vaya uno a saberlo.
Cuando los padres tienen más de un hijo la cosa se complica en líneas generales pero sobre todo en cumplidos de este tipo, ya que es aquí donde entran a tallar las iniciales. Para que estos nombres puedan pronunciarse mejor, acudir a las sílabas es un viaje recurrente. Conocí a alguien, no hace mucho —me refiero al tiempo aunque él tampoco—, cuyos hijos se llamaban Jonathan, Débora y Melina. Consideró poner un kiosco: “Jodeme”. Como no es ningún tonto supo antes de concretarlo que la cosa no resultaría y decidió invertir el silabeo. “Mejode” también estaba lejos de ser una buena opción. “Medejo”: una invitación al libertinaje, y “Jomede”… una porquería. Optó al final por “Mis hijitos” resignando el empalagoso “Mis dulces hij…” —la diabetes suele matar—. Pero hablando de nombres que intentan decir mucho y no dicen nada, se dejó —sí, finalmente— seducir por “Cambiemos” y no pudo ni siquiera levantar una vez la persiana. Por eso no hay nada mejor para casos como éste tener un hijo/a que se llame Máximo/a o Maximiliano/a. Así, con “Maxikiosco” todos o la mayoría, acostumbrados y contentos. Lo que abunda no daña, suele decirse y si no lo cree, verifíquelo en el inicio del siguiente párrafo.
Una gran mayoría llama a su comercio con el nombre de la calle. Ésos ni fu ni fa, mismo que los que le ponen “Del pueblo” a la panadería o a la farmacia. Lugar que no tenga una panadería o una farmacia llamada así no he conocido. “El progreso” les llega por su parte a los puebleros en formato de club. “Las novedades” siempre es la tienda más antigua y “El imparcial” es el pasquín ubicado siempre en la vereda del sol. Algunos semanarios, en los tiempos que vuelan, como si no les alcanzara con el nombre han adoptado un subtítulo. Por ejemplo “La voz de…” —elija usted el pueblo— “…Sabemos lo que decimos”. Interesante, pero me temo que quien le aclara que sabe lo que dice le está diciendo además que sabe lo que calla; pero sobre estos temas prefiero callar, porque no sé qué decir.
Las librerías, típico lugar donde no se venden libros pero sí artículos escolares y además se hacen fotocopias, en su gran mayoría lleva el apellido del dueño. Es decir que aquí, no sólo no son originales sino que además, con respecto al tema que nos incumbe, no hicieron mucho la tarea.
Algunos nombres sinsentido —como si esta pavada la tuviera— están reflejados en los comercios que intentan llevar un mensaje dicharachero cuando el “negocio” remite a todo lo contrario. Carnicería “El ternero feliz” o “La vaca alegre”: además de meras negaciones a la matanza es una invitación a la ignorancia. Cuando ud. más desconozca, como la vaca o el ternero —conocedores sólo del presente—, más cercano estará a la alegría. Podría seguir, pero al marronazo lo pegué renglones arriba y si bien no es suficiente…ahora no tengo ganas.
Andando por Guardia Escolta, Dpto. de Belgrano, Santiago del Estero; encontré una pollería que se llamaba “¿Y si comemos pollo?”. Tentación daba vivir allí nomás para pasar por el sitio y contestar que no, que prefería otro tipo de carnes. Uno se divierte con poco.
Algunos, sin saberlo, se introducen en el mundo de las figuras retóricas como el absurdo nombre a modo de calambur hallado en una mercería: “Y lo es, y lo será”, o la hipálage que da nombre a una parrilla: “La molleja pensativa”. ¡Cuánto esfuerzo inútil!
A veces, me gustaría ser propietario de un servicio de cáterin al que llamaría “Deneuve”. Estaría destinado a la alta alcurnia, pero no me molestaría ser dueño de uno más popular que bien podría llamarse “Fulop”. Otras, quisiera tener una panadería y llamarla “La rebelión de las masas” pero no quiero pecar de presuntuoso.
Ésos sí que me joden. Los que intentan aclarar en el nombre del boliche que a la vez tienen otros conocimientos. No estaría mal llamar por ejemplo “El Quijote de La Mancha” a una tintorería, ya que no sólo causaría algo de gracia, sino que además a dicha obra el que no la leyó la conoce de oído y el que no, no tiene ni acceso a la tintorería. Pero ponerle “En busca del tiempo perdido” a un bar, además de una afectación innecesaria es una contradicción, aunque ahora solamente ahí se puedan ver los partidos de fútbol.
Todo esto y mucho más —perder tiempo para no buscarlo es lo que me diferencia de Proust, entre otras cosas— pensaba cuando hace unos días me topé con un atmosférico que al parecer era de la vecina ciudad de San Antonio de Areco. En el lateral de su tanque podía leerse “Fénix”, y hete aquí el “disparador” de este bolazo. ¿En qué piensa un tipo cuando llama a su “pequeña empresa de mierda” —dicho con respeto y cariño, un chiste señor no se enoje— cuando decide llamarla así, como el mítico ave”? ¿Qué historia se encontrará detrás de este nombre? ¿De qué lado de la grieta estará ubicado? Sí. No es desubicada dicha pregunta.
Pienso, ya que todo al parecer encierra un mensaje, si será de los que cree que algún día resurgiremos de la mierda o simplemente de los que quieren que la gente cague, para que siga habiendo mierda que lo haga resurgir.
No sé. Al parecer, hay cosas que no tienen nombre, pero dicho todo esto me pregunto si importa darle cierta identidad. Se lo digo yo, que sé como tantos que Dios para hacer la luz primero le puso un nombre y tal vez para hacerse así mismo, como el creador del Todo que es, debió antes decir “hágome” y ahí surgió el primer problema, ya que antes de Crearse, invento el balido y con él, el famoso cordero de Dios, de un Dios que hasta ahí era solamente voz y ahora es vos, en caso de que creas. Ajá. En definitiva, ante la necesidad lo que importa es la creación: poner el boliche. Después quedará en usted si lo llama “Y”, o prefiere ponerle “X”.