ENTREVISTA
Dialogamos con Domingo Zenón Acuña, el popular “Pólvora”, quien se presenta: “…nací el 9 de mayo de 1951, tengo 71 años, estoy casado con Elena Gibelli, y soy padre de Gustavo Manuel, Carla Manuela, María Carolina, y Federico Alfredo, abuelo de Isabella Díaz, Lucía Fuffaro, y Gonzalito Acuña”. Tiene muchos partidos y muchas historias como árbitro de fútbol, pero, cómo dice el: “No hay jugador que pueda decir que le falté el respeto, nunca, siempre los traté a todos de “Señor”.
E.A.: ¿Cuándo empezó a dedicarse al arbitraje de fútbol?
D.A.: Yo lo seguía mucho a mi hijo Gustavo cuando jugaba al fútbol infantil, me sentaba en el córner y no molestaba a nadie, después a la noche comentaba el partido pero en el cotejo no decía nada. En uno de esos tantos partidos jugaba Rivadavia y Sarmiento, y bueno el partido no empezaba, pasaba el tiempo y nada, entonces viene Jorge Ginestra y me dice: “no te animás a ser referí”, le contesté. “No, si no sé…”, y él insistió “Dale que vos jugas fútbol y sabes las reglas”. Ese fue mi primer partido como árbitro: en la cancha de Rivadavia en fútbol infantil. Después a la semana siguiente Independiente era local acá, y me llamaron de nuevo, así comencé mi carrera con árbitro, que es mi segunda pasión. No había hecho ningún curso, después empecé los cursos con Miguel Guarneri. De esto hace 35 años atrás.
E.A.: ¿Le gusta dirigir a grandes o a chicos?
D.A.: Dirigiendo a los chicos disfruto más, porque al chico le enseño mientras lo dirijo. Cuando va a hacer un lateral por ejemplo, le digo: “Señor” siempre lo trato de esa manera, “bien paradito y fíjese de llevar bien la pelota atrás, y no salte”. Después a los 15 o 16 años es distinto.
E.A.: ¿Sentís que te respetan?
D.A.: Si, por supuesto, gracias a Dios, en el arbitraje tuve suerte, siempre fui respetado, porque los traté bien a los jugadores. No hay jugador que pueda decir que le falté el respeto, nunca, siempre los traté a todos de “Señor”. Cuando veía que estaba nervioso algún jugador, me acercaba, le decía “tranquilo, jugá tranquilo, no te hagas amonestar” y trataba de llevarlo para mi lado. Si había uno que me protestaba dos o tres veces me acercaba y le decía “que pasa, hermano, ¿no dormiste bien anoche?”, entonces me miraba y se sonreía, si yo iba y lo increpaba tratando de que se calle la boca, si el jugador está nervioso y le gritás, es peor.
E.A.: ¿Cuál fue el partido más difícil de dirigir?
D.A.: A los partidos los tomo de la misma manera. Dirijo a los chiquitos, me lleva San Carlos para los de 7-8-10 años y lo hago de la misma manera que haber dirigido varias finales en Areco, los de papi fútbol, los de River y Rivadavia eran partidos memorables porque allí iba todo San Antonio de Areco. Recuerdo que terminó un partido de River y Rivadavia 2 a 2, y cuando voy saliendo Chito Cicarelli (de Rivadavia) se para en la tribuna y empezó a gritar “aplaudan al referí” y toda la gente empezó a aplaudirme, los dos líneas eran de Sarmiento y no me dejan mentir. De ese partido me llevé un buen recuerdo…
E.A.: ¿Qué opina del VAR?
D.A.: Siempre dije me encanta, pero tiene que ser con rapidez. El VAR me gusta porque vé cosas que el árbitro no ve. Pero todo tiene que ser rápido, por ejemplo, si el VAR ve un offside, enseguida comunica al referí y éste tiene que sancionar inmediatamente. En las infracciones que son para tarjeta el árbitro debe mirar el VAR, pero no muchas veces, con dos alcanza. Pero tiene que ser rápido, no después de que pasó la jugada hace 10 minutos o más.
E.A.: ¿A quién considera en el contexto zonal como mejor árbitro?
D.A.: Hay muchos buenos árbitros zonales, los malos me los guardo para mi. Cuando miraba un partido, yo me daba cuenta enseguida que ese árbitro andaba mal, y cuando estaba en el vestuario me preguntaba “¿Cómo anduve?” y yo le contestaba “bien”. A mí me daba no sé qué decirle que dirigió mal. Acá vino un árbitro de General Rodríguez a dirigir en primera a San Carlos, lo voy a ver, y cuando terminó el partido fui a saludarlo, estaban dos chicos de Areco con él. Entonces le dije: “¿Te puedo dar un consejo?” y contestó “Si, si viene de usted”. “Bueno, no te apresures en sacar tantas amarillas, porque si sacás amarilla por una protesta normal, después en otra jugada fuerte tenés que sacar otra y expulsarlo al jugador y allí se te complica el partido”. Al final me reconoció el consejo, lo ví en dos o tres partidos más y me dijo: “Negrito, muy bueno lo tuyo muy bien, me sirvió mucho”. Hay un árbitro buenísimo, que es Walter López, pero tiene sus cosas, es muy enérgico. He hablado con él muchas veces porque tengo una gran amistad, y me decía: ¿Sabés cómo me gustaría dirigir como vos?, pero no puedo. Y yo le contestaba: “Walter, a mí me gustaría arbitrar como vos, pero no puedo; cada uno tiene su manera, mi manera es dejar seguir, dale, charlar, pero si se ponen cargosos va amarilla y roja”. “Walter, tenes que cambiar, pero me decía “no puedo es mas fuerte que yo”. Es difícil dirigir porque son 22 jugadores más la hinchada, los jugadores que te quieren sacar ventaja, también el DT y sus ayudantes, y vos estás solito. Al que le cobrás dice que no fue falta y el otro que es para amarilla. Siempre es así, pero vos tenés que estar en el medio impartiendo justicia, equivocado o no. Lo que no debemos hacer es que, si cometemos un error, por ejemplo, expulsamos mal a un jugador en un penal, no tengo que cometer otro error para tapar ese error, es decir, cobrar otra cosa al equipo que fue favorecido, porque entonces allí cometemos dos errores, no se puede compensar en un partido.
E.A.: ¿Su familia lo apoyó en su pasión?
D.A.: Si, totalmente. Una vez un árbitro de Pergamino, Ferreira, me dijo: “Pólvora vos jugas muy bien pero te hacés expulsar”, y así nos hicimos muy amigos. Un día voy a la casa a almorzar con la familia y le muestro la camiseta negra y le digo me hice árbitro. Fue allí que Ferreira me dijo: “te voy a dar un consejo: nunca llevés a tu mujer y los chicos a una cancha, porque los árbitros estamos para la cachetada desde el minuto uno al noventa”. Nunca llevé a mi familia a la cancha para que me vieran dirigir. Hoy en día cualquiera te quiere pegar, es peligroso.
E.A.: ¿Alguna anécdota?
D.A.: Muchísimas. El otro día dieron un curso en Capitán Sarmiento de árbitro, y bueno fui a ver. El que daba el curso hablaba y hablaba, y el único que le preguntaba era yo, había cosas que le decía, “mirá esto no es así”. Después me entero que no era instructor recibido, me pregunté ¿Cómo puede dar un curso hoy martes, y el jueves ir a la liga a correr? Entonces le dije a mi el curso me lo dio Lousteau, Bava y Vigliano y lo primero que nos enseñaron era como pararse en la cancha, como lleva el banderín el asistente, y ahí no me supo contestar. Otra anécdota fue cuando me llama Enrique Idiart y me dice: “me pidieron una terna para dirigir en Baradero”, yo en ese tiempo estaba muy preparado, corría como los dioses. “El único que puedo llevar es a vos”. Bueno voy a Portela, porque allí era el partido, y llevé dos líneas de Capitán Sarmiento: Julio Espinel y Oscar Albelo, nos fuimos con Badano que era remisero. Llegamos nos presentamos. Empieza el partido, vos te das cuenta cuando uno juega bien y el otro es inferior. Cuando termina el primer tiempo viene el dos: Malacalza, del local, y dice “Señor lo felicito, que arbitraje el suyo, la verdad que es impecable, usted se ganó la coca y el sandwich también, pídalo nomás”. Le contesto “espero que no me quemés”. Sabía que había andado muy bien. Empieza el segundo tiempo, y el otro equipo, que era Fundición, -que iba primero en Baradero-, el otro era el local, Portela. En eso hace un gol el visitante, al rato dos a cero, para mi era mejor, porque Fundición era muy superior, yo pensaba metele otro así el partido ya está definido, y es más simple. Hay un córner de derecha a izquierda, el sol que baja, sale el arquero y yo empiezo a retroceder, y de la tribuna empiezan a gritar “que juegue el arquero”. Entonces yo le hago seña al golero para que se apure, y le amago sacar la amarilla, y el arquero jugó rápido. La tiró al lado mío, donde estaba un rubiecito camiseta 8 de Portela, la paró de pecho y le pegó un zapatazo, y gol, marqué el medio de la cancha. La pelota me había pasado por atrás y por eso marqué el gol, miro a Julio Espinel y venía caminando con el banderín. El arquero se vino corriendo y decía “Señor…”. Retirate, le dije. “Señor tengo cuatro hijos y le juro que la pelota pasó por atrás del arco. Le pregunte a Julio y me dijo: “te pasó por atrás la pelota Pólvora”. “y por qué no me dijiste? “Te quedás parado y listo, te veo y anulo el gol”. Entonces llamé a los dos capitanes y anulé el gol. ¿Qué había pasado? El sol me impidió ver el arco y la red. Esta última estaba enganchada en el alambre olímpico, la pelota pasa cerca del arco embolsa la red y se filtra por detrás del arco quedando dentro del mismo dando la impresión que había entrado. Así y todo, lo anulé, porque nunca voy a dar un gol que no es. Se me vinieron todos y pensé: “acá cobro”, pero no. El partido terminó 4 a 1 a favor de Fundición. A las dos fechas posteriores se presenta en casa un señor alto de anteojos diciendo soy el veedor de la liga de Baradero, y me dijo lo felicito dirigió muy bien, lástima que se apresuró a dar un gol. “No lo di señor, lo anulé” contesté. Después me llamaron para dirigir Portela con Atlético de Baradero, quedaba una fecha, el que ganara sería campeón y el partido terminó empatado 1 a 1. Estos recuerdos para mí son imborrables, tengo muchísimos…