ENTREVISTA A RAQUEL MAQUIEYRA
Con motivo del Día del Niño, que mejor que dialogar con Raquelita, Raquel Maquieyra, la maestra jardinera más famosa de la ciudad.
Después de 47 años de amor, va a gozar de un merecido descanso… “Me retiro tranquila porque hice lo que quise, fue por vocación, me voy bien: trabajando, dando lo mejor de mí, les dí todo el amor a los niños, y ellos me lo dieron a mí.”
E.A.: ¿Cómo empezó su carrera en el magisterio?
R.M.: Primero fui bachiller en el Instituto Domingo Fidel Sarmiento de aquí, de nuestra ciudad, después fui un año a Pergamino, lugar donde me inscribió la señorita María Lobos para que estudiara maestra jardinera, que esa era mi verdadera vocación. En esa época con un solo año podías ser maestra, así que todo el año 1974 hice la carrera, con la opción de que al ser muchas chicas en el instituto la práctica la podíamos hacer en el pueblo del cual veníamos, es decir que en el Jardín Martin Miguel de Güemes, el de cerca del hospital, estoy desde 1974, el Jardín 901. Estuve 30 años en sala de tres, que es la más difícil, tanto en contenido como en atención, porque son muy chiquitos, y las salas eran numerosas, porque era el único jardín en esa época. Yo me jubilé con 30 años y 55 de edad, pero estaba tan feliz con lo que hacía que seguí en la mañana como preceptora hasta ahora, pero hace algunos años por motivos de salud tuve que pedir el cambio de función.
E.A.: ¿Qué problema tuvo con la jubilación?
R.M.: Yo tenía dos cargos, y a los 55 años me jubilé de uno, y seguí con el otro hasta el año 2014, allí empecé a hacer los trámites, que se demoraron, porque tenían que cerrar los cómputos que tardan unos años, por lo que estuve trabajando hasta ahora. Como todo tramite costó, a pesar de tener la edad, me agarró la pandemia, estaba en papel, ahora empezó como a destrabarse, oficialmente desde el 1 de setiembre tendré la jubilación.
E.A.: ¿Cuantos años efectivos cumplió en su tarea?
R.M.: Fueron 47 años de trabajo.
E.A.: ¿Qué le produce el jardín?
R.M.: Mi vida privada y el jardín fueron juntos siempre, porque me puse de novia, me casé, pasé momentos lindos, nacimientos, momentos feos, el jardín mas que un lugar de trabajo fue un hogar, es mi hogar y lo va seguir siendo, porque las directoras, maestras, auxiliares, todas fueron parte de mi familia.
E.A.: ¿Pensás que la educación cambió mucho en estos últimos años?
R.M.: Si, fue cambiando, en algunas cosas para bien, la educación está quedándose un poco, la sociedad está cambiando, la familia también, sobre todo en el jardín.
E.A.: ¿Tenés alguna anécdota?
R.M.: De todos los colores. En los festivales fui intercambiando personajes: fui la Cenicienta, Manuelita, el príncipe de la Cenicienta. Cada minuto que tuve lo disfruté mucho, yo a veces fui muy mal al jardín, pero cuando llegaba los problemas se iban, porque el jardín es un momento mágico, allí siempre fui la seño Raque, los chicos siempre decían que era relinda, y hacían renegar a las otras maestras. A mí me gustaba la sala de tres, porque soy como la gallina me gusta tenerlos a todos juntitos, cuando se jugaba a la peluquería, yo era la mujer “disfrazada” que iba a la peluquería, allí me ponían los ruleros y todas esas cosas. Una de las nenas -chispita ella- que no podía con los ruleros que se hacían de cartón, entonces se subió a una sillita, y dijo: “yo te peino seño” y me ponía los broches y me tiraba el pelo de aquí para allá. Otra nena yo le pedía que me hiciera masajes, y veo que en la mochila en la que había traído los cuadernos, tenía un rodillo de pintura viejo que se lo había sacado al papá, y me dijo: “Seño Raque yo te traje para hacerte los masajes hoy”, y le dije: “ay, que bueno!!!! ¿qué es?” y sacó el rodillo y me lo pasó en todo el cuerpo.
E.A.: ¿Cómo fueron sus compañeras?
R.M.: Fueron todas geniales. Muchas practicaron, otras se iniciaron, después tuve a los hijos de muchas que pasaron, y en esta última etapa hubo grupos que llegaron a ser nietos.
E.A.: Una reflexión final
R.M.: Siempre decía que me iba a costar mucho dejar el magisterio, porque es parte de mi vida, ahora dejo el guardapolvo y me acuerdo que hizo uno o el otro en el día a día. Es muy difícil despedirme de las compañeras que están en este momento y todo el personal, y toda la comunidad educativa, es muy difícil, pero es un momento que tengo que pasar. Me retiro tranquila porque hice lo que quise, fue por vocación, me voy bien: trabajando, dando lo mejor de mí, les dí todo el amor a los niños, y ellos me lo dieron a mí.